domingo, 14 de julio de 2013

ENCUENTRO DE LA "UNIÓN DEMOCRÁTICA DE PENSIONISTAS" (UDP) DEL RINCÓN DE ADEMUZ EN TORREBAJA.

 A propósito de la actuación del Coro Interparroquial del 
Rincón de Ademuz


PRESENTACIÓN

            Buenas tardes a todos y bienvenidos; espero hayan disfrutado de la comida, pues ya saben lo que dice el refrán: Sin condumio no hay fiesta que valga...

           Me han pedido que haga la presentación de este acto del Coro Interparroquial, pero ¿quién presenta al presentador...? Mi nombre es Alfredo Sánchez Garzón y soy el Cronista Oficial de la Mancomunidad de Municipios del Rincón de Ademuz. Esta es la razón de mi presencia aquí...

Vista parcial de Torrebaja (Valencia), desde el Mirador del Montecillo (2013).

            A los forasteros que no conozcan la zona o hayan venido por primera vez, quiero decirles que nos hallamos en Torrebaja, uno de los siete pueblos del Rincón de Ademuz, junto con Ademuz, Casasaltas, Casasbajas, Castielfabib, Puebla de San Miguel y Vallanca, cuyos municipios ocupan un territorio de unos 370 k2, sito entre Cuenca y Teruel, habitado por unas 3.000 almas, las mismas que poblaban la zona en el siglo XVII: Sin embargo, en las primeras décadas del pasado siglo XX (1920) la comarca censaba unos 11.194 habitantes, ello significa que a lo largo de la centuria hemos perdido la friolera de 8.000 personas.
            Nuestra zona es una comarca natural, bien definida por la geografía y por la historia desde mediados del siglo XIII (1261), en que comenzó a formar parte del reino cristiano de Valencia. Les decía que nos hallamos entre Cuenca y Teruel, pero lamentablemente hay todavía muchos valencianos que desconocen nuestra ubicación... En el contexto de una conversación, un vecino de Ademuz, socio y fundador de la “Vicoop Cooperativa Valenciana”, me contaba:
  • <Hace unos años –cuatro o seis- fui con otros de aquí a una feria que se celebró en el puerto de Alicante, para promocionar nuestra empresa y la manzana esperiega de la zona... Se nos ocurrió ofrecer como regalo una caja de manzanas a los que supieran dónde se hallaba el Rincón de Ademuz: ¿Quieres creer que no pudimos regalar ninguna, ya que nadie supo decirnos donde estaba esta comarca...? Pues así fue, ninguno de los asistentes supo darnos razón de la ubicación del Rincón de Ademuz...>[1]

Gracias al trabajo de muchos, esta situación es cada vez menos frecuente, pues eventos como el que estamos celebrando propician el conocimiento del territorio y de sus moradores.
 
Carátula del Programa de Actividades del Encuentro Deportivo de la UDP-RINCÓN DE ADEMUZ en Torrebaja (Valencia), 2013.

Contenido del Programa de la UDP-RINCÓN DE ADEMUZ: la actuación del Coro Interparroquial tuvo lugar a las 16:30 horas -tras la Comida de Hermandad-.

            Respecto del Coro Interparroquial... Tengo que decirles que su historia se remonta veinte años atrás, cuando un cura de Ademuz, don Antonio Pérez Sesé, tuvo la feliz idea de unir los distintos coros parroquiales en un solo Coro Arciprestal; y la idea funcionó... Hasta la última remodelación de la diócesis de Valencia, nuestro coro se denominaba "Arciprestal", pero al modificarse la geografía de los Arciprestazgos y quedar el del Rincón de Ademuz incluido en otro más amplio, éste volvió a los orígenes y pasó a denominarse Coro Interparroquial.

            El Coro Interparroquial es una entidad viva, y como tal tiene cuerpo y alma... El alma del coro posee dos extremos, el director y el organista... El actual director es el señor Abel Muñoz Sánchez, constructor y empresario jubilado de Casasaltas. El señor Abel me dice: Por favor, de mí no hables... –aunque algo tenía que decir-.
El director histórico del coro, pues lo fue desde sus inicios y durante muchos años, ha sido el señor Andrés Soriano Pescador, panadero jubilado de Ademuz -fallecido en 2008-: Nuestro más entrañable recuerdo para él... El otro extremo del alma del coro es el organista, señor Daniel Aparicio Sánchez, constructor y empresario jubilado de Torrebaja, un apasionado de la música, gran organista y mejor acordeonista.[2]

Detalle del Coro Interparroquial del Rincon de Ademuz, durante su actuación en Torrebaja (Valencia), 2013.
  
            El cuerpo del coro, pues toda alma necesita un cuerpo para expresarse, son los 26 miembros que lo componen, entre los que se hallan cuatro varones, siendo el resto mujeres. Las mujeres predominan en el coro y en casi todas partes, no en vano dicen que son la mitad mejor de la Humanidad... –aunque cabría matizar-. Cada miembro del coro es de su pueblo, de su padre y de su madre, pero si extraemos el común denominador de este grupo tan heterogéneo veremos que se hallan unidos por tres factores: la fe religiosa, el amor a la música y un gran entusiasmo... La media de edad del grupo es avanzada, pues, con la excepción de algunas mujeres, el resto sobrepasa ampliamente esta nueva “edad de la inocencia”, que es la de jubilación y entrada en la primera senectud.

Detalle del Coro Interparroquial del Rincón de Ademuz, durante su actuación en Torrebaja (Valencia), 2013.
Detalle de los asistentes, durante la actuación del Coro Interparroquial del Rincón de Ademuz en Torrebaja (Valencia), 2013.

            Cada coro parroquial actúa en las actividades litúrgicas de sus parroquias, pero para los eventos religiosos o cívico-sociales comarcales se unen, como es el caso de hoy: su repertorio es amplio, pues lo mismo actúan en un bautizo que en una boda o un entierro; pero también cantan alegres canciones profanas, como habaneras, jotas, pasodobles o lo que fuera... ¡Pero no es esto lo más sorprendente, sino su entrega y lo bien que lo hacen!
            Como profesional, siempre que tengo oportunidad, y la ocasión lo requiere, aconsejo a mis pacientes mayores que sigan estos tres preceptos: Comer y beber con moderación, hacer ejercicio en función de la edad y tener alguna afición... Las aficiones son siempre muy importantes, pero todavía más en el tramo final de la vida, en que muchas personas tienden a recluirse: porque nos obligan salir de casa, a arreglarnos, relacionarnos y mantenernos activos física, social e intelectualmente.

            Cuando comenzamos a recorrer los últimos tramos del camino, las personas nos damos cuenta de lo que realmente importa en la vida... Don Bosco, santo italiano del siglo XIX, aconsejaba: ¡Estad alegres, haced el bien y dejad que los pájaros canten...! –lo que equivale a decir, tened confianza, sed buenos y seréis más felices-.

 
Detalle de los Puntales del Mediero en los Molares de Ademuz, desde el Puente de Guerrero en Torrebaja (Valencia), 2013.

           Dejo aquí esta presentación, pues siendo la hora de la siesta no quiero que se me duerman... Recibamos con un gran aplauso al Coro Interparroquial del Rincón de Ademuz, y disfrutemos con sus canciones en este día, propiciado por la Unión Democrática de Pensionistas. Y, ¡muchas gracias por su atención!


© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.
De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).

__________________________________
[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Anecdotario rinconademucense (VI), en: http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2013/07/anecdotario-rinconademucense-y-vi.html?spref=fb, del miércoles 10 de julio de 2013.
[2] ID. Daniel Aparicio Sánchez, organista de Torrebaja (Valencia), en:  http://alfredosanchezgarzon.blogspot.com.es/2011/10/daniel-aparicio-sanchez-organista.html, del lunes 17 de octubre de 2011.


 PROGRAMA DEL CONCIENTO:

            1.- La bella Lola (Habanera).
            2.- Salió de Jamaica (Habanera).
            3.- La paloma (Habanera).
            4.- Al jubilado español (Dedicada a la Tercera Edad).
            5.- Nabuco: Coro de esclavos (Fragmento de la ópera de G. Verdi).
            6.- Parte vieja donostiarra (Habanera).
            7.- No te vayas de Pamplona (Pasodoble-jota navarra).
            8.- Sierra de luna (Pasodoble-jota aragonesa).
            9.- Racimico (Jota aragonesa).
            10.- Valencia (Canto a Valencia).
            11.- Himno de la Unión Deportiva de Pensionistas (Interpretada por vez primera en este coro).


ANEXO FOTOGRÁFICO

Detalle de los asistentes a la Comida de Hermandad, previa a la actuación del Coro Interparroquial del Rincón de Ademuz en Torrebaja (Valencia), 2013.

Detalle de los asistentes a la Comida de Hermandad, previa a la actuación del Coro Interparroquial del Rincón de Ademuz en Torrebaja (Valencia), 2013.

Detalle de los asistentes a la Comida de Hermandad, previa a la actuaciçon del Coro Interparroquial del Rincón de Ademuz en Torrebaja (Valencia), 2013.
 
Detalle de los asistentes a la Comida de Hermandad, previa a la actuación del Coro Interparroquial del Rincón de Ademuz en Torrebaja (Valencia), 2013.

miércoles, 10 de julio de 2013

ANECDOTARIO RINCONADEMUCENSE (VI).


Relatos cortos –entre la anécdota y la historia- referidos al Rincón de Ademuz.




Otra historia relacionada con el Alpargatero se refiere a un matrimonio que regentaba la portería de una casa-palacio en Valencia, propiedad de unos aristócratas... Cuando el hombre se jubiló, la pareja vino a Torrebaja, pues la mujer era de aquí, donde todavía tenía ella algo de familia. Vivían en una casita de la calle Fuente, esquina con el callejón de la Talega. Para conocer más detalles me dirigí a mi vecina, Marina la Colasa –me refiero a la señora Marina Gómez Romero (Torrebaja, 1933), hija de Nicolás y María-, pues, según me habían dicho, su madre estaba emparentada con la mujer del portero:
  • Sí, mi madre –se refiere a la señora María Romero Arnalte (1893-1973)-, era sobrina de la mujer de aquel hombre, al que llamaban Agustín... De jóvenes habían estado sirviendo en Valencia con unos condes o marqueses. Cuando se jubilaron, el señor le regaló al portero un reloj de bolsillo, con una cadena de oro tan gruesa como el dedo... Al llegar a Torrebaja estuvieron viviendo en Las Eras, en casa de mis abuelos, pero luego se bajaron a una casa de la calle Fuente, esquina callejón de la Talega, la que fue de Paco el Molinero... Cuando el hombre murió, la mujer, a la que decían Manuela, agradecida por lo bien que siempre se había portado con ella, le puso a su difunto todo lo que tenía de valor, el reloj y la cadena de oro, unos anillos, hasta media docena de pañuelos de hilo... Ya te digo que no tenían hijos, y todo le parecía poco para el marido. Durante el amortajamiento estuvo presente el Alpargatero, que estaba casado con Leonor, una prima segunda de mi madre: Claro, él vio que al muerto le ponían el reloj y todo lo demás... Y una noche fue al cementerio, esto a los pocos días del entierro, abrió el nicho por detrás, sacó el cajón y robó al muerto el reloj y lo que llevara de valor... Lo descubrieron porque en la parte de atrás del cementerio tenía una viña el tío Bienvenido el Abadejo, que al ir por allí vio el destrozo de la tapia y restos de la fechoría, y dio parte...

Detalle de fachadas en la margen izquierda (levante) de la calle Fuente en Torrebaja (Valencia), 2013.
           
La relación del hecho continúa por otra fuente, la señora Trinidad Martínez Arnalte (Torrebaja, 1941), que también recuerda haber oído el sucedido.

  • Lo del robo en el cementerio ocurrió como te lo cuenta Marina la Colasa, al menos yo siempre lo he oído así... Se supo que había sido el Alpargatero porque unos días antes el tío José el Farriate –se refiere al señor José Marín Pérez (1906-1966)- lo había encontrado en su pajar... Sí, parece que José había ido por paja y lo encontró allí amagado, con la mujer... Según explicó, el Alpargatero le amenazó con rajarle el vientre si decía algo... El pobre hombre se fue a su casa temblando, medio muerto de miedo... Me contaba su hija Pepita que a su padre le salieron habones por todo el cuerpo, pensaron que del susto que tuvo: Sólo se lo contó a Alfredo, que era muy amigo suyo... -se refiere al señor Alfredo Sánchez Esparza (1905-1984), que era mi padre-. Lo que se pensó que había ocurrido es que, pasado algún tiempo del entierro, el ladrón y su mujer vinieron de donde estuvieran, se escondieron en el pajar de José el Farrite y una noche fueron al cementerio, abrieron el nicho por detrás, sacaron el cajón y robaron al muerto.

Fachadas de casas en la calle Fuente de Torrebaja (Valencia), con detalle de la entrada al callejón de la Talega, a la derecha de la imagen (2013).


Sin embargo, para hacer casar ambas versiones –la de la señora Marina y la de la señora Trini-, podemos pensar que si el Alpargatero estuvo en el amortajamiento del difunto, cabe establecer como hipótesis que el ladrón y su mujer, tras el entierro se marcharon, o hicieron ver que lo iban a hacer, pero en vez de marcharse se escondieron en el pajar de José el Farriate, donde éste los encontró... O se marcharon y regresaron, escondiéndose en el pajar, para realizar el robo y volver a marcharse sin dejarse ver... Lo cierto es que no lo sabemos con seguridad, pero algo de esto debió ocurrir...

Sigue diciendo el testimonio:
  • Dijeron que el robo lo descubrió Trini la Abadeja, pues sus padres tenía alguna finca en esa parte... El caso es que la moza vio el agujero del nicho, ropa y restos de telas negras esparcidas por allí, porque entonces los cajones de muerto se forraban con tela... Se vino al pueblo escapada, dio cuenta y así se descubrió todo. Aún encontraron por allí una cadenita de oro que se le debió caer al ladrón. En la parte de atrás de la tapia observaron unas señales hechas con unos trozos de tejas cruzadas, para señalizar el nicho. El Alpargatero actuaba así, y desaparecía...

El difunto al que sacaron del cajón y robaron era Agustín Sánchez García, natural de Pétrola (Albacete), hijo de Francisco y de Catalina, fallecido el 21 de diciembre de 1940, a los 70 años de edad -según la lápida-; y el 24 de diciembre de 1940, a los 72 años de edad -según el Acta de Defunción parroquial-. Su viuda, la señora Manuela Romero Blasco, natural de Torrebaja, hija de Manuel y de Joaquina, falleció el 17 de enero de 1943, a los 70 años de edad –según la lápida-; y el 17 de enero de 1944, a los 88 años de edad –según el Acta de Defunción parroquial-. Respecto a quién descubrió lo del robo, lo más probable es que fuera el señor Bienvenido, padre de Trini la Abadeja, antes que ella misma, pues si el descubrimiento del robo fue al poco del entierro, y éste se produjo al día siguiente del óbito –esto es, el 24 de diciembre-, ¿qué podía estar haciendo por allí una moza en ese tiempo, paseando, podando, replegando sarmientos, binando? Otra cosa hubiera sería si la inhumación hubiera sido en otoño, durante la vendimia... La señora Trinidad Gómez Marín, hija de Bienvenido y Antonia todavía vive; ella podría decirlo con seguridad, pero no reside en el pueblo.


Detalle de la lápida del difunto Agustín Sánchez García, esposo de la señora Manuela Romero Blasco en el Cementerio Municipal de Torrebaja (Valencia).
Detalle de la lápida de la difunta Manuela Romero Blasco, viuda del señor Agustín Sánchez García de Pétrola (Albacete), en el Cementerio Municipal de Torrebaja (Valencia). La placa contiene una peculiaridad, pues posee las típicas siglas R.I.P (Requiescat In Pacen/ Descanse En Paz/ y las clásicas D.O.M (Dominus o Deus Omnipotens Mortuus/ Muerto para el Señor o Dios Omnipotente).

En relación con el célebre Alpargatero se cuenta una última historieta, asimismo manifestada por la señora Trinidad Martínez Arnalte (Torrebaja, 1941):
  • Otra vez sucedió que el Alpargatero robó en el Ayuntamiento, de donde se llevó la caja fuerte... Resulta que mi padre tenía un macho que por la noche no paraba de dar patadas en la cuadra. Y la tía Amparo la Pinaza, vecina de la casa de mis padres, que se pasaba hasta las tantas de la madrugada cosiendo, arreglando y zurciendo ropa de sus hijos, notó que aquel día el animal daba más golpes de lo habitual, y pensó: El macho de Gregorio, ¡cuánta guerra está dando esta noche...! -porque parece que el ruido era más fuerte de la habitual-. Así pasaron varias horas con el ruido, pan, pan, pan... Tanto fue, en relación con otros días, que la mujer llegó a pensar: ¡Esto no parecen patadas...! A la mañana siguiente averiguó lo que realmente había pasado, pues enseguida se dijo que habían robado en el Ayuntamiento.
Y sigue:
  • Sí, parece que quitó una reja que había en la fachada posterior, entró y se llevó una caja fuerte que había. La caja la encontraron en el Otro Lado, adonde se la llevó para abrirla... No sé qué caudales habría en la caja, pienso que no serían muchos, porque los Ayuntamientos nunca tienen una perra, pero Octavio –se refiere al señor Octavio Valentín Lahuerta (1916-1974)-, el secretario, lloraba... Porque, contra su costumbre, ese día se había dejado la llave de la caja fuerte en un cajón del escritorio de su mesa, y cavilaba: Si la llega a encontrar hubiera abierto la caja sin necesidad de llevársela, y me hubieran hecho a mí responsable, o cómplice... Lo cierto es que robaron los caudales del Ayuntamiento, los pocos o muchos que hubiera, y la culpa se la llevó el Alpargatero; porque parece que no podía ser otro...

Pero veamos cómo termina la historia del célebre ladrón:
  • Tiempo después del robo de la caja del Ayuntamiento, alguien lo reconoció en la estación de ferrocarril de Teruel y lo denunció, y camino de Torrebaja los civiles lo detuvieron en Villel. Parece que le hicieron tal atestado que de esa no pudo escapar, y se comentó que el propio Alpargatero se daba cabezazos contra la pared, diciendo: ¡La mayor cartera que he robado ha sido de tres mil pesetas..! ¡Antes robaba para ustedes, pero ahora lo hago para mí...! Yo no sé qué querría decir con esto, quizá que los guardias le protegían y se quedaban con parte de lo que robaba; no sé... También se dijo que confesó algún crimen que había hecho en Francia, allí mató a una madre y a su hija, y después de robarlas las estampó con el coche que las paseaba. De Villel lo llevaron a Teruel, y de allí a Zaragoza... Contaba mi padre que alguien de aquí fue a verle, y le comentó: Aquí en Aragón me han molido... El caso es que desde entonces desapareció de la zona... Unos decían que habría muerto en la cárcel de alguna paliza. Otros que escarmentó del vicio de robar de tanto como le arrearon. Porque entonces los guardias arreaban buenas palizas. Lo cierto es que se esfumó y nunca más se supo...

Esa fue la última fechoría achacada al Alpargatero, un personaje muy temido, por tantas como hizo, pues todo lo malo que ocurría en el pueblo, a él se le atribuía... Según el testimonio, al pobre Alpargatero le propinaron algunas palizas, y digo “pobre” no porque no se las mereciera, sino porque así eran entonces las cosas, y todos, incluso los cacos, somos hijos de nuestro tiempo. Hoy no le ocurriría, pues si un delincuente tropieza en la celda y se da un tozolón en la cabeza, ¡pobre del carcelero...

Calle del Rosario en Torrebaja (Valencia), con detalle de los escaparates de la tienda donde estuvo en antiguo Estanco de la localidad (2013).

Recuerdos indelebles de la infancia.
Hay recuerdos de sucesos ocurridos en la infancia, que permanecen indelebles a lo largo de la vida de las personas; esto es un hecho constatado que cualquiera puede experimentar... Hay en Torrebaja una calle denominada de la Herrería, paralela a la de Zaragoza y perpendicular a la de san Roque y del Rosario. El nombre del callejón proviene de una herrería que hubo durante mi infancia, de esto hace ya muchos años... Recuerdo haber visto allí a las caballerías atadas del ronzal a una argolla, mientras las herraban las trababan, y en el befo les ponían un par de palos atados con fuerza -me refiero al acial o torcedor-, con el propósito de que el daño que les producía les hiciera olvidar el del herraje, haciendo cierto el dicho de que un mal mayor hace olvidar otro menor... Aquella especie de tenaza en el morro del animal me producían pavor, pues yo no podía entender aquella crueldad...

         Periódicamente venía entonces al pueblo un vendedor ambulante de Los Santos, aldea de Castielfabib, al que llamaban Santiago el Mantecosa: traía sus productos en un carro con toldo tirado por una yegua, la cual se hacía de notar por unos alegres cascabeles que llevaba colgados del collerón. En cuanto enfilaba la calle del Rosario, el campanilleo de las sonajas hacía saber a las mujeres del vecindario que el vendedor había llegado. Tenía por costumbre parar en el primer banco de la Plaza, cuyo nombre oficial era Santiago Ramón y Cajal; la denominación del espacio público databa de principios de siglo, cuando le concedieron el Nobel de Medicina al insigne investigador aragonés (1906). Pocos pueblos se libraron de tener una plaza con este nombre en España, reflejo del orgullo patrio... Decía que el tal Mantecosa aparcaba su caravana en el primer banco de la Plaza; entonces sólo cementada la parte de abajo, estando la de arriba todavía de tierra. El banco donde se apostaba el vendedor era de cemento imitando madera, obra de un artesano catalán que pasó por aquí después de la guerra, en los primeros cuarenta (ca.1943). Había cuatro bancos y varios grandes árboles en línea, delimitando el espacio de la plaza y de la calle; eran unos hermosos bancos que quitaron años después, sin que ninguno posterior se asemejara en hermosura a los que nombro.


Detalle de los antiguos bancos  y árboles que ornaban en los años cuarenta, cincuenta y primeros sesenta la plaza del Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia), magnífica obra de un artesano catalán que pasó por la localidad después de la Guerra Civil 1936-39).

Santiago el Mantecosa era un personaje peculiar; de mediana estatura, tenía la voz recia y portaba un impresionante mostacho, tal el de un guardia civil de preguerra. La yegua la metía en la cuadra de mi padre, con el que tenía cierta amistad... En pago por la cebada y la paja que el animal comía, el vendedor regalaba a mi padre un cuartillo de olivas negras de Aragón envueltas en un cucurucho, una lata de sardinas en aceite o un chorizo de Cantimpalo –nunca todo a la vez-; a mí no me gustaba aquel chorizo, decían si lo hacían con carne de burro viejo... Contaban que en cierta ocasión estaba comprando la mujer de un guardia civil, una señora andaluza muy gruesa y salerosa, que vivía en la casa de la tía Rogelia, sita en la calle de san Roque. Durante la compra se dirigió al vendedor: Señor mantequilla..., que tal y cual... El vendedor levantó la cabeza y le dirigió una mirada fulminante, exclamando: ¡Mal está lo de Mantecosa, pero por mantequilla no paso...! –y todos se echaron a reír, pues era muy guasón, aunque sin saber con certeza si hablaba en broma o en serio-.

En cuanto venía Mantecosa los muchachos nos acercábamos para ver si traía pirulís, que eran un tipo de golosina terminado en punta con un palo en la base. Como entonces no había apenas dinero corriente, estoy diciendo de la segunda mitad de los cincuenta, la gente compraba al trueque o por intercambio, pues el vendedor admitía pieles de conejo, hierros viejos y otros objetos. Un pirulí equivalía a una herradura vieja, por eso fue que en cierta ocasión fuimos varios niños a la fragua del callejón de la Herrería, a pedir una herradura al herrero... Aquel día tuve una de las experiencias más desagradables de mi vida, pues el herrero fue dando una herradura a cada niño, y cuando me llegó el turno, dijo: ¡Para ti no hay, ya se han acabado...! –y me quedé paralizado, sin herradura y sin pirulí, claro-.

Los niños son niños, aparentemente todo lo olvidan y perdonan... Quiero decir que yo me olvidé del asunto, pero a los pocos días me cogió mi madre por banda y me preguntó sobre el tema. Alguien que estaba en la herrería le había contado lo sucedido con la herradura, y mi madre me puso a caldo, pues el informante afirmó que sí había herraduras, un montón de herradura viejas que el herrero me había negado... Yo no entendí bien entonces lo sucedido, pero mi madre me hizo prometer que nunca más me acercaría por allí, y haciendo honor a mi promesa jamás volví a pedir herraduras al herrero del callejón de la Herrería. Sólo muchos años después entendí el sentido de lo sucedido; pero esa es una lamentable historia de desencuentro familiar, una triste cuestión de herencias que no merece la pena contar... Es frecuente en los pueblos que haya desavenencias entre los vecinos y familiares, por asunto de herencias, lindes y otras cuestiones, ¡y quien  no las haya tenido, que las espere! Hoy, después de tantos años, todavía me pregunto: ¿Cómo pudo negarme el herrero un trozo de hierro viejo, el precio de un pirulí...? Al fin y al cabo yo sólo era un niño... Y es que para ser buenos, ¡todos necesitamos un poquito de ayuda divina!


Detalle del callejón de la Herrería en Torrebaja (Valencia), 2013.

Tiempo después de lo de la herradura tuve una experiencia similar, ésta sucedió en la misma Plaza... Estábamos un grupo de niños jugando, cuando llegó un coche. Entonces había pocos coches, tan pocos como para uno se hiciera notar. El vehículo pertenecía a una familia de gente bien que venía a pasar los veranos al pueblo, con sus hijos... No se dirá aquí su nombre, pues aprendí de chico que se dice el pecado, no el pecador. Al poco de aparcar, el conductor sacó del coche una papelina enorme, como de dos o tres kilos llena de caramelos. Y llamó a dos de los niños con los que estábamos jugando. Aquellos niños eran primos carnales míos, y parece que también eran parientes del hombre de la papelina, pero yo no lo sabía. Y llamándoles, les dijo: Todos los que podáis coger con una mano son vuestros... –los demás muchachos nos quedamos mirando, a ver cuántos podían sacar en el puñado-. Sacaron bastantes, suficientes para llenarse los bolsillos. ¿Imaginan ustedes la escena, el hombre sujetando la papelina, los primos sacando una bolsillada de caramelos y los demás niños mirando, boquiabiertos, algunos con los mocos colgando...? Me faltan palabras para describir la escena, pero me sobran arrestos para recordarlo... Porque recuerdo que el hombre de los caramelos no nos ofreció ni un solo dulce a los demás niños allí presentes. ¿Por qué habría de habernos dado alguno, acaso nos conocía? –podríamos preguntar-: Debió darnos, porque éramos niños, y a los niños no se les puede negar un caramelo, ni una sonrisa... Nunca creí que aquel buen hombre actuara con maldad, más bien pienso que fue por falta de sensibilidad. Ya de mayor nos hicimos amigos, quiero decir que nos tratábamos, aunque la diferencia de edad era considerable, y un día se lo conté: ¡Es verdad, es verdad lo de la bolsa de caramelos...! –y me pidió perdón; yo también le perdoné-. Ha pasado más de medio siglo de aquello, pero yo todavía lo recuerdo, y cada vez que lo hago me sonrojo...

Vista general de la plaza del Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia) en los años cuarenta, cincuenta y primeros sesenta, con detalle de los bancos de obra y ailantos (Ailanthus altissima) que la ornaban.

Una lección inolvidable.
Verán, a mí me ha pasado algo parecido a lo que le sucedió al escritor portugués José Saramago (1922-2010), que el hombre que más me ha enseñando apenas tenía los estudios primarios, mi padre... De él no aprendí conocimientos académicos, pero sí principios y comportamientos morales. Mis padres siempre quisieron que estudiara, en especial mi padre, que como digo era un hombre poco letrado; mi madre sabía algo más de letra, pero no tenía ese ansia porque mi hermano y yo estudiáramos... Decía él que valía más una mala carrera que una buena hacienda.

Siendo él jovenzano sus padres le mandaron a estudiar, interno, con los Hermanos Maristas de Teruel –esto sería hacia 1915, cuando contaba 10 años-. Y sucedió que con ocasión de las fiestas de Santa Marina la Cerecera, antes de acabar el curso, se escapó del colegio y vino al pueblo con un carretero: Sí, en vez de arrearme un par de guantazos y devolverme al colegio, mi padre se lo tomó a broma... –eso contaba mi padre, reprochando a mi abuelo su proceder-. Quizá el abuelo tuvo sus razones, pues mi padre era el único varón de la familia, ya que los demás eran hijas. Bueno, había otro hijo mayor que mi padre –Enrique- que no estaba bien, y falleció joven... El caso es que mi padre ya no regresó con los Maristas, se quedó en el pueblo ayudando a su padre en las faenas del campo, y de tratante con los animales. Su vida fue dura, como la de tantos agricultores de la zona, por eso me decía que hacer el campo debía ser lo último, siempre pendiente de la climatología y los precios oscilantes del mercado; que más valía una mala carrera...

No obstante su falta de formación académica, mi padre era un hombre inteligente y bueno, cualidades de las más admirables en una persona; aunque carecía de habilidad para los negocios, pues todos los que emprendió le salieron mal o le engañaron; porque el negocio no tiene corazón, ni entraña, y él tenía ambos en demasía. Escribía con una caligrafía preciosa, durante mis años de estancia como bachiller en Barcelona, él era el encargado de escribirme; lo hacía todas las semanas y cometía menos faltas de ortografía que muchos de mis amigos de facebook... Tenía una habilidad extraordinaria con los números, todo lo contrario de lo que me sucede a mí; de haberse presentado al programa de Jordi Hurtado –Saber y Ganar-, en la calculadora humana no hubiera fallado... En su ancianidad se aficionó a la lectura, su libro preferido era el Quijote, no sé cuantas veces se lo leería, pero le hacía mucha gracia el personaje y sus aventuras; cuando lo terminaba, comenzaba de nuevo... Poseía también una gran memoria, pues se sabía de carrerilla el nombre de los pueblos más importantes de aquí a Extremadura, producto de sus viajes como tratante, las fechas de las ferias de animales, y el nombre de las posaderas... Contaba él que una le preguntó sobre la cena: Alfredo, ¿cómo quieres el huevo? -y él respondió-: ¡Fritos, mujer, fritos...! -y se reía con ganas, pues aunque no era muy chistoso, tenía su gracia-.

Mi padre -Alfredo Sánchez Esparza (1905-84)-, primero por la izquierda, el responsable de la empresa Bayer en España (centro) y Octavio Valentín Lahuerta (1916-1974), secretario del Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia), durante una comida en Barcelona (ca.1945-50), tras la epidemia de Cacoecia sp., que afectó la zona del Rincón de Ademuz mediados los años cuarenta.
En cierta ocasión mi padre vino por Navidad a Barcelona, para verme... Y resulta que íbamos pasando por la Plaza de Cataluña o aledaños –estoy diciendo de los primeros años sesenta-, cuando nos encontramos con una persona de Ademuz o Castielfabib conocida suya, y nos paramos un momento para que se saludaran y hablar. Una vez se hubieron despedido, yo hice algún comentario burlón del conocido de mi padre, no sé si por la forma de hablar o el vestir, pues iba de pana y con boina. Mi padre se paró, y mirándome con enfado, me dijo: Alfredo, ¡nunca te burles ni te avergüences de la gente de tu tierra...! Mi padre era un hombre tolerante, todo lo contrario de mi madre, que era más puntillosa y exigente, pero le vi tan disgustado que nunca olvidé la lección. Esta misma enseñanza transmití yo a mis hijos: Nunca desairéis ni os abochornéis de la gente del Rincón de Ademuz, vuestra tierra... –espero hayan aprendido la lección-.



De cierta variedad de vallanqueros catalanizados.
El pasado año tuvo lugar XLII Septenario (2012) de la Virgen de Santerón, y como devoto que soy de esta Virgen –que no es otra que la Virgen María, madre de Jesús de Nazaret- fui a la romería;[1] y mientras tenga fuerzas, procuraré ir a los futuros septenarios.

La travesía del Santerón, de Vallanca a la ermita algarreña por la Virgen y del ermitorio a la villa con la imagen sobre sus andas, a hombros de los portadores, es una experiencia de gran calado, física y espiritual a la vez, sólo comprensible por el que la ha realizado alguna vez con el ánimo del creyente. Como el camino de Santiago, resulta mucho más que una excursión o caminata por el monte. Pero para ello hace falta tener fe religiosa -lo cual no está al alcance de todos-: Sí que lo está la fe existencial, que el filósofo y siquiatra alemán, Karl Jasper (1883-1969), definía como la distensión entre la duda y la creencia... -pues en ese debate nos hallamos todos-.

Pero vayamos a la anécdota, que se produjo durante el camino de regreso, sobrepasado ya el descansadero del rento de Vallongo. Iba yo detrás de un grupo de gente catalana, probablemente un matrimonio con sus hijos, entre ellos había uno pequeño... En realidad no sé cuál sería su vinculación de sangre, pero se trataban con gran familiaridad. Tampoco sé si eran realmente catalanes, quiero decir naturales de esa parte de España que conocemos como Cataluña, pero hablaban en catalán, lo cual nada tiene de particular... Yo tengo gran simpatía por lo catalán, me gustan les mongetes amb butifarra, la coca de san Joan, els calçots de Valls con salsa romesco y muchas otras cosas, como la sardana –además de los escritos de Josep Pla (1897-1981) y el vino del Penedés-: no en vano pasé los años de mi adolescencia y primera juventud en Barcelona, estudiando el Bachillerato. Vivía con unos tíos en el segundo piso del 512 de la calle Córcega, esquina Cerdeña, cerca de la plaza de la Sagrada Familia, que durante años fue mi lugar de juegos... ¿A qué colegio iba?, pues al Patronato de la Sagrada Familia y San Ignacio de Loyola; todavía debe existir... En mi tiempo, los profesores más emblemáticos eran los hermanos Jara, don Antonio y don Serviliano, originarios de León, creo. Sí, yo hablo el valenciano, tengo algún título académico que lo certifica, y entiendo y me hago entender perfectamente en catalán... -y esto por afición, y también por devoción-.

Hace unos años estuve unos días en Barcelona, esto después de muchos años de ausencia; pero aunque encontré que la Ciudad Condal ya no era la de mi adolescencia, seguía siendo una gran urbe, multicultural y cosmopolita, pese a los intentos de los nacionalistas por aldeanizarla. Prueba de ello es que la locutora que anunciaba las estaciones del metro utilizaba el catalán y otros idiomas, excepto el español. ¡Valiente majadería!

Ya saben lo que sucede en una romería, unas veces vas solo y otras acompañado, hablado con unos y otros, admirando el paisaje, cavilando en tus cosas, rezando o pensando en las musarañas... -cuando el camino es largo hay tiempo para todo-. En cierto momento, yendo yo detrás de la “familia catalana”, se me acercó un coterráneo al que no conocía, y empezamos una conversación. Los “catalanes” que iban delante hablaban en voz alta, siempre en catalán, y se hacían notar... Yo pensaba para mis adentros: Sin duda, lo de la inmersión lingüística les ha calado... Mi fugaz acompañante, como si me hubiera leído el pensamiento, comentó: ¡No sé de qué se las quieren dar estos..., pero no me extrañaría si sus abuelos hubieran ido por estas trochas recogiendo boñigos...! –palabras textuales-. Nuestra conversación derivó después hacia otras cuestiones, que ya no tienen que ver con la cuestión, y tras un rato de charla, al llegar al siguiente descansadero, que está en el pozo del Herrero, nos separamos.


Detalle de la bajada de la Virgen de Santerón, en el XLII Septenario (2012).
           
La anécdota de la romería de Vallanca me recordó otra similar ocurrida durante un viaje a Grecia -de esto hace ya algunos años-. Iba un grupo de gente de distintos lugares y lenguas visitando ruinas, y entre ellos nosotros, por una zona en descenso que hay entre el templo de Teséion y el Ágora romana, donde la Torre de los Vientos: Sí, detrás de la Acrópolis, entre Plaka y Monasteraki... Delante de nosotros iba una familia catalana, gente pija de mediana edad con varios chicos y chicas jóvenes, ya sobrepasada la adolescencia... Hablaban en voz alta, se llamaban unos a otros, bromeaba, siempre en catalán. El hablar en catalán no tiene nada de excepcional y menos de reprochable; pero recuerdo que el comportamiento de aquella gente me irritó y se lo comenté a mi mujer, que es de parla valenciana y mujer muy comprensiva, y quitándole importancia me dijo: ¡No hagas caso, son jóvenes...! En realidad no eran todos tan jóvenes y me dio la impresión de que querían hacerse notar, como diciendo: ¡Nosotros no somos como estos españoles, somos catalanes, esto es, diferentes, mejores...! –pero ya digo que sólo fue una impresión, quizá no querían llamar la atención y sólo eran gilipollas-.



El Rincón de Ademuz, “terra incongnita”.
En el contexto de una conversación con Luis Manzano de Ademuz, socio y fundador de la “Vicoop Cooperativa Valenciana”, contaba:
  • Hace unos años –cuatro o seis- fui con otros de aquí a una feria que se celebró en el puerto de Alicante, para promocionar nuestra empresa y la manzana esperiega de la zona... Se nos ocurrió ofrecer como regalo una caja de manzanas a los que supieran dónde se hallaba el Rincón de Ademuz: ¿Quieres creer que no pudimos regalar ninguna, ya que nadie supo decirnos donde estaba esta comarca...? Pues así fue, ninguno de los asistentes supo darnos razón de la ubicación del Rincón de Ademuz...

La anécdota resulta significativa, además de desconcertante, en tanto pone en evidencia una realidad de incultura generalizada, que debiera hacernos cavilar. ¿Acaso nos hallamos en algún lugar desconocido alejado de la civilización, terra incongnita en medio de ninguna parte...? Me niego a aceptarlo, pienso más bien que se trata de una cuestión de conocimiento; vamos, de formación y cultura básica. Prueba de ello es que si eligiéramos al azar una muestra de cien vecinos y les preguntáramos dónde se halla y qué es el Condado de Treviño, ¿cuántos sabrían darnos una explicación correcta? ¡Nunca se sabe, pero creo que pocos...!

Detalle de camino rural en El Rento de Torrebaja (Valencia), junto a la ribera del Turia (2013).


Palabras finales.
 Don José Aznar Blasco (1836-1895) fue un párroco que hubo en Torrebaja, su curato abarcó varias décadas, desde los años treinta de su siglo -que fue el XIX- hasta mediados los noventa, en que falleció. Entonces los curas pasaban mucho tiempo en sus parroquias, no como ahora, que apenas aprenden los nombres de los feligreses los trasladan. Sería estupendo poder hablar con él, le preguntaría por las circunstancias de su vida, y las de la gente de Torrebaja y el Rincón de Ademuz en su tiempo, pues él era natural de Puebla de San Miguel, y conocería a fondo la zona. Obviamente, resultará imposible nuestro diálogo, pero nos dejó un estupendo informe, que documenta la Santa Visita del obispo de Segorbe a Torrebaja -en 1878-, registro del que pueden extraerse múltiples datos para ilustrar la cotidianeidad de aquel tiempo. Además, vivió la terrible experiencia del cólera que afectó la provincia y esta comarca a mediados de los años ochenta de su centuria (1885); la explícita nota que dejó escrita en los libros parroquiales así lo evidencia.

La anécdota relativa a una niña que presuntamente cayó de un solanar y se mató, resulta el paradigma de un relato falso, pues la verificación documental del hecho desmiente su autenticidad. En todo caso, no pudo producirse de la forma que se cuenta, ni en las personas que se nombran, toda vez que la niña falleció a los seis días de su nacimiento -como consecuencia de una “Enteritis aguda”-; y su madre al día siguiente del entierro de la hija, de “Nefritis puerperal”. Aunque pudo tener lugar en otro contexto familiar, pues cuando el río suena, agua lleva...

Los relatos referentes al célebre y temido delincuente, apodado el Alpargatero, constituyen un buen ejemplo de la España negra y profunda en el ámbito rural de posguerra, donde la apertura de un nicho para robar a un muerto constituye un hecho patético, a la vez que estremecedor.

Finalmente, entre las anécdotas, he colocado algunos de mis recuerdos de infancia, evocaciones imperecederas que me acompañarán mientras viva, pues enriquecieron mi experiencia y moldearon mi carácter. Al fin y al cabo estamos hechos de la materia de los sueños, y de remembranzas. Cierto, los seres humanos somos algo más que recuerdos..., ¡pero sin recuerdos no somos nada! Vale.




[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. La travesía del Santerón en el XLII Septenario (2012), en Desde el Rincón de Ademuz, del jueves 11 de octubre de 2012.

martes, 9 de julio de 2013

ANECDOTARIO RINCONADEMUCENSE (V).

Relatos cortos –entre la anécdota y la historia- referidos al Rincón de Ademuz.



“Nada hay más duro que ser hijastro del tiempo.
[Porque] el tiempo sólo ama aquellos que ha engendrado:
a sus hijos, a sus héroes, a sus trabajadores”.
Vasili Grossman (1905-1964), en Vida y destino (1959).








Palabras previas.
Continúo en esta entrada la serie de relatos cortos iniciados tiempo atrás, bajo el título común de Anecdotario rinconademucense. Valgan las introducciones anteriores como palabras previas para la actual, pues se refieren al mismo marco geográfico y tienen parecido contenido; y lo que es más, poseen idéntico propósito, esto es, dar a conocer el Rincón de Ademuz a través de las pequeñas pero reveladoras historias de sus personajes... Una vez más, los actores de los relatos se constituyen en protagonistas de su propia biografía, a la vez que verdaderos héroes y antihéroes de nuestra menuda, pero verdadera tradición local. En última instancia entendemos con el clásico que Las anécdotas constituyen la sal de la  Historia...

Vista parcial de Torrebaja (Valencia), con detalle de la torre-campanario de la parroquial -Santa Marina Virgen- desde la ribera del Turia (2013).

RELATOS CORTOS, ENTRE LA ANÉCDOTA Y LA HISTORIA.

Don José Aznar Blasco (1836-1895) y el cólera de 1885 en el Rincón de Ademuz.
Pregunta retórica, ¿saben quién fue don José Aznar Blasco? No espero que lo sepan, ya que se trata de un cura que hubo en la parroquia de Torrebaja, entonces en la diócesis de Segorbe, en la segunda mitad del siglo XIX. Desconozco cómo sería el hombre, aunque intuyo que debió ser un personaje notable en su contexto. Si ustedes introducen su nombre en el buscador de este blog, observarán que además de en éste, les aparece en dos artículos más: Censo eclesiástico de 1878 en el Lugar de Torrebaja (Valencia)[1] y en La Iglesia de San Joaquín y Santa Bárbara en Arroyo Cerezo, aldea de Castielfabib (Valencia).[2]

Don José Aznar estuvo de cura en Torrebaja desde el 8 de febrero de 1869 hasta su fallecimiento -en 1895-: poseyó el curato durante 26 años, con institución canónica, colación y posesión. Mi primer contacto, mejor conocimiento, del personaje proviene de los libros de Defunción del Archivo Histórico Parroquial de Torrebaja, pues hace unos años, con motivo de un curso de formación continuada, como prueba final había que realizar un estudio de epidemiología. Yo elegí “Estudio epidemiológico del cólera de 1885 en el Rincón de Ademuz”. Dado que contiene multitud de datos, cifras y gráficos, de forma resumida fue primero publicado en la revista Ababol,[3] incluyéndose posteriormente en el primer volumen de la serie Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz.[4]


Calle del Rosario, con detalle del Salón Parroquial y Casa Abadía de Torrebaja (Valencia),
 en primer plano a la izquierda (2013).
           
Una de las cuestiones que más me sorprendieron al realizar el trabajo fue la escasez de noticias escritas acerca de aquella epidemia en la zona, pues la comarca se vio ampliamente afectada, falleciendo un mínimo de 195 habitantes; esto sin contar la villa de Ademuz y las aldeas y núcleos de su término, con lo que la cifra se hubiera podido duplicar o triplicar. El cálculo de la población comarcal intercensal –en 1885- suponía 3.322 habitantes, sin contar Ademuz. Ademuz no pudo incluirse en el estudio, pues durante la revolución y Guerra Civil (1936-39), aquellos bárbaros destruyeron los archivos eclesiásticos y judiciales. Digo “bárbaros” por emplear un término suave, aunque incontestable..., pues la quema de los archivos constituyó una barbaridad imperdonable. En mi juventud estaba por la revolución, como deben estarlo todos los jóvenes; de no ser revolucionario en la juventud, ¿cuándo vas a serlo? No, hoy ya no lo estoy, porque las revoluciones suponen muerte y destrucción, y nunca se sabe cómo terminan. La historia está llena de ejemplos...



Representación de la Santa Cena, relieve en un cáliz de la iglesia de Torrebaja (Valencia),
obra de plata en su color, repujada y
fundición de un taller madrileño,
correspondiente a la familia Sellan (1872).
            
Decía que apenas hay referencias a aquella catástrofe, con la excepción de una nota hallada en el libro de Bautismo de aquel año en Torrebaja, donde el párroco –lo era don José Aznar-, escribió:
  • Teniendo tres partidas de bautismo sin extender, por falta de papel sellado: no yendo los estanqueros á traer por temor al cólera; y no teniendo en estos tiempos los libros parroquiales carácter oficial, ante el Gobierno, hago y haré uso del papel simple./ Torrebaja, 10 de junio de 1885.[5]

Entre las conclusiones del estudio, valga un párrafo como muestra:
  • En cuanto al cronograma epidémico, hemos comprobado que la primera defunción se produjo en Torrebaja, seguida de otra en Casas Bajas, Castielfabib, Vallanca y Casas Altas. El último fallecimiento tuvo lugar en Vallanca, a mediados de octubre (día 14). Además de los núcleos principales se afectaron casi todas las aldeas: Arroyo Cerezo, Cuesta del Rato, Los Pajares, Los Santos, Mas de Jacinto, Negrón y Torrealta –datos que contrastan con los hallados por Philipp Hauser (1887), quien no halló afectados en dichos lugares, cuando ciertamente los hubo-. Tampoco hay correlación entre los datos numéricos hallados por Hauser y los encontrados por mí, ya que mientras yo acumulo un total de 195 defunciones por cólera (excluido Ademuz), él encuentra 260 (incluido Ademuz), en la siguiente distribución [Hauser/Sánchez Garzón]: Ademuz [36/--], Castielfabib [64/87], Casas Altas [40/24], Casas Bajas [41/17], Puebla de San Miguel [00/00], Torrebaja [35/41] y Vallanca [44/26]. En principio, resulta sorprendente tanta diferencia en el número de casos entre ambos estudios, asimismo en lo referente a las defunciones de cólera en Ademuz, donde era esperable mayor número de casos por ser el lugar con mayor población. Obviamente, resultan más fiables los datos de mi publicación, toda vez que han sido extraídos directamente de las actas contenidas en los Libros de Defunciones de los juzgados municipales y parroquiales (Torrebaja), donde se reseñaron los fallecimientos por todas las causas, lo que evidencia, en suma, que las fuentes para ambas monografías fueron distintas.[6]

Representación de la Oración de Jesús en el Huerto, relieve en un cáliz de la iglesia de Torrebaja (Valencia), obra de plata en su color, repujada y fundición de un taller madrileño, correspondiente a la familia Sellan (1872).

            
Volviendo a nuestro cura, cabe decir que donde mejor puede conocerse al personaje es a través de los Registro Parroquiales -Quinque libri-: los textos de las Actas de Bautismo, Confirmación, Matrimonio, Excomunión y Defunción resultan un primor de perfección y belleza, tanto por el tipo de letra con que escribe –plumilla y tinta negra tirando a rojiza-, como por la forma de hacerlo, letra inclinada hacia delante, trazos precisos tipo redondilla y un texto sereno. Las Actas de los libros parroquiales responden a un protocolo que ya quisiéramos se hubiera conservado, pues ofrecen datos y detalles de gran valor para el estudio de la época y la genealogía de las personas. Pero es en el citado informe del Censo eclesiástico del Lugar de Torrebaja, escrito con motivo de la Santa Visita del Obispo de Segorbe, don Mariano Miguel Gómez (1876-1880) donde más claramente se refleja su carácter.
            
Respecto a los últimos tiempos del cura hay un detalle esclarecedor, pues el sacerdote, por lo común tan correcto y esmerado en la redacción de los registros parroquiales, vemos que al final estos ya son de otra mano, aunque todavía firmados y signados por él: su rúbrica, tan firme y asentada, aparece en los últimos momentos rota y laboriosa, evidenciándose que le afectaba algún tipo de temblor. Los libros parroquiales han conservado su Acta de Defunción –ocurrida el 19 de noviembre de 1895-, que dice:
  • En el lugar de Torrebaja Provincia de Valencia/ Diócesis de Segorbe á veinte de Noviembre de mil/ ochocientos noventa y cinco el Ecónomo de Castielfa-/ bib D. Francisco Izquierdo dio sepultura eclesiástica/ al cadáver de D. José Aznar Pbro., Cura propio de este/ Pueblo de Torrebaja de cincuenta y nueve años de edad/ hijo legítimo de los difuntos Buenaventura e Isidra/ Blasco naturales de Segorbe y fallecidos en Torrebaja. Falle-/ ció el día anterior á las Once de la mañana á conse-/ cuencia de una Asma según relación facultativa./ Fueron testigos de su entierro Francisco Valero y/ Ramón Martínez. Y lo firma el Ecónomo sucesor. Luis Tortajada, Pbro.
Detalle de querubín, relieve en un cáliz de la iglesia de Torrebaja (Valencia), obra de plata en su color, repujada y fundición de un taller madrileño, correspondiente a la familia Sellan (1872).

            
En el margen izquierdo del texto aparece una nota con el dígito del Acta de Defunción del libro –191-, el nombre del finado –D. José Aznar Blasco- y la edad –59 años-. Debajo, dice: “Otorgó testamento/ dejando a la igle-/ sia un legado de/ 125 P y 200 misas/ rezadas con limos-/ na de 150”.
           
Según vemos, dejó a la Iglesia 125 pesetas, más otra cantidad para 200 misas rezadas por su alma. Firma el Acta de Defunción su sucesor, don Luis Tortajada –se refiere a don Luis Tortajada Gómez-, natural de Puebla de San Miguel, Coadjutor de Castielfabib, con residencia en Los Santos (Castielfabib), a la vez que ecónomo de Torrebaja. Su fallecimiento tuvo lugar el 19 de enero de 1933 y sus restos descansan en el Cementerio Municipal de Torrebaja: le sucedió don Vicente Just Carot, que estuvo poco tiempo; en su lugar estuvo don Jesús Calvo Martínez (natural de Torrebaja, hijo de Justo y de Carmen), que apenas duró unos meses, pues enseguida comenzó la guerra.


Detalle de la lápida de don Luis Tortajada Gómez (1868-1933), cura párroco de Torrebaja (Valencia), natural de Puebla de San Miguel (Valencia), que sustituyó en el curato a don José Aznar Blasco (1836-1895).


Acerca de la niña que se cayó del solanar y se mató.
En el primer capítulo de la presente serie –Anecdotario rinconademucense (I)- recogí la historia de una niña fallecida al caer de un solanar, donde su madre estaba tendiendo la ropa. Dice el texto de referencia:
  • A principios del siglo XX hubo en Torrebaja un matrimonio que vivía en la calle Cantón... Dicha calle circunda la parte baja del pueblo y formaba parte del camino viejo de Ademuz a Teruel, constituyendo parte del Camino Real que comunicaba Valencia con Zaragoza. La casa donde vivía este matrimonio tenía una galería o solanar en la parte alta. El solanar, que suele estar encarado hacia el poniente, tenía también un tendedero que sobresalía de la barandilla. En cierta ocasión, la esposa se hallaba tendiendo ropa con una niña pequeña que tenía. No se sabe muy bien qué sucedió, pero la niña se cayó del solanar y se mató... Pudo ser un descuido de la madre, en todo caso fue un trágico accidente del que desconocemos las circunstancias. Dicen que para unos padres, la muerte de un hijo es lo peor que puede sucederles. No voy a discutir la razón de este argumento, pero sin duda que puede haber cosas peores. Prueba de ello es que todos los días a la hora de comer, el marido de aquella señora le ponía sobre la mesa la ropita ensangrentada de la niña muerta. La esposa dejó de comer y poco tiempo después murió...

Detalle del solanar sito en una antigua casa de la calle Fuente, que baja hacia la del Cantón,
 en Torrebaja (Valencia), desde donde presuntamente se cayó la niña de marras.

            
La historia me intrigaba y sobrecogía a la vez, por eso decidí investigarla, para comprobar la existencia de los personajes, y su veracidad. Para comenzar la pesquisa volví a hablar con el informante, la señora Trinidad Martínez Arnalte (Torrebaja, 1941), vecina de mi confianza a la que creo incapaz de inventar o tergiversar una historia. Puesto en contacto con ella, me refirió:


  • La tía Amparo la Pinaza, mujer del tío Cayetano el Carpintero, sabía muchas historias antiguas del pueblo... Contaba ella que una hija de los Peperrojos, hermana del tío Lamberto y de dos hermanos más, casó con un Sebastiano y tuvieron varias hijas: la Jesusa, Carmen y otra que no recuerdo cómo llamaban... Un día, estando la madre con la niña en el solanar –ese que tiene ahora Jesús el Peteque, junto a la casa del tío Jesús el Romualdo, padre de Amalio- se le cayó y se mató; no sé que edad tendría la niña, pero pequeña... Después de lo ocurrido, todos los días, a la hora de comer, el padre, que debía tener muy mala entraña, colocaba en la mesa la ropa ensangrentada de la niña... La mujer no comía, enfermó de tristeza y poco después murió, decían que de desconsuelo, por tanto tormento como parece le daba el marido.

Calle Fuente en su tramo que baja hacia la calle del Cantón en Torrebaja (Valencia), 2013.

            
Ante el lujo de detalles aportado por el relato, lo primero que hice fue identificar a los personajes que se citan, pues todos ellos existieron. Quiero decir que fueron vecinos del pueblo, a algunos incluso les conocí. Cuando dice de la informante original, “la tía Amparo la Pinaza, mujer del tío Cayetano el Carpintero”, se está refiriendo a la señora Antonia Pinazo Martínez (1895-1971) y a su esposo, el señor Cayetano Gómez Muñoz (1895-1975).[7]

Respecto a la madre de la niña accidentada, “una hija de los Peperrojos, hermana del tío Lamberto y de dos hermanos más, que casó con un Sebastiano”, supe que se trataba de la señora Antonia Gimeno Gimillo, esposa del señor Jesús Arnalte Gómez, hermano de Ramón (1873-1949) y de Abelina (1892-1977), la mujer de Salvador Verbena Muñoz (1890-1962).

Cuando dice que “tuvieron varias hijas: la Jesusa, Carmen y una niña a la que no sé cómo llamaban...”, interpreté que se estaba refiriendo a la señora Amparo Arnalte Gimeno (1906-1989), alias la Jesusa y a su hermana Carmen Arnalte Gimeno (1909-1961), alias la Estanquera. Yo ya tenía investigada a esta progenie por otra anécdota: Indagando en la genealogía familiar averigüé que ambas fueron hijas de Jesús Arnalte Gómez y de Antonia Gimeno Gimillo: él hijo de Francisco Arnalte y María Gómez (a) los Sebastianos -así apodados por una abuela paterna, Sebastiana Esparza-; ella hija de Ramón Gimeno Gómez (1855-1928) y de Carmen Gimillo (a) los Peperrojos.[8]


Vista interior del Cementerio Municipal de Torrebaja (Valencia), 2013.
            

Con estos datos en el haber no había más que buscar en los Libros de Defunción la existencia de una niña con los apellidos “Arnalte Gimeno”, hija de Jesús y de Antonia. Ciertamente, en los Registros Parroquiales consta la defunción y el entierro de una niña nombrada María Magdalena -de 6 días de edad-, cuya transcripción literal, dice:
  • En el pueblo de Torrebaja, Provincia de Valencia/ Diócesis de Segorbe, á veintinueve de Mayo del año mil/ nuevecientos once: Yo D. Luis Tortajada, Pbro., Cura párroco-/ co de este pueblo di sepultura eclesiástica al cadaver de/ Maria Magdalena de seis día(s), hija legítima de/ Jesús Arnalte y Antonia Gimeno, que falleció el dia/ anterior a las cuatro, a consecuencia de Enteritis agu-/ da según relación facultativa. Y para que conste lo firmo. Luis Tortajada, Pbro./ cura.[9]
          
La identificación es correcta, pues existió una niña de nombre María Magdalena Arnalte Gimeno, hija de Jesús y de Antonia, fallecida el día 28 de mayo de 1911 –a los 6 días de su edad-, la cual murió de “Enteritis aguda” –según relación facultativa-. De ser cierta la anécdota, la niña debiera haber muerto como consecuencia de una caída, esto es, por un accidente. La anécdota indica que la madre “[...] no comía, enfermó de tristeza y poco después murió, decían que de desconsuelo, por tanto tormento como parece le daba el marido”. Según los mismos registros, la madre, Antonia Gimeno Gimillo, falleció al día siguiente de haber inhumado a la niña, esto es, a los siete días del alumbramiento, pero por otra causa. Dice el Acta de Defunción (la negrita es mía):
  • En el Pueblo de Torrebaja, Provincia de Valencia, Dióce-/ sis de Segorbe á treinta de Mayo de mil nueve-/ cientos once: Yo D. Luis Tortajada, Pbro. Cura propio de/ esta parroquia dí sepultura eclesiástica al cadáver de/ Antonia Gimeno Gimillo, de treinta y un año de/ edad, hija legítima de Ramón y Carmen, esposa en/ primeras nupcias de Jesús Arnalte, que fallecio el/ mismo dia a las seis, á consecuencia de Nefritis puer-/ peral según relación facultativa, despues de haber reci-/ bido los St. Sacramentos y bendición apostolica. Y/ para que asi pueda constar lo firmo. Luis Tortajada, Pbro./ cura.[10]

Vista interior del Cementerio Municipal de Torrebaja (Valencia), 2013.

            
Según puede verse, la niña María Magdalena Arnalte Gimeno, de 6 días de edad, hija de Jesús y Antonia, falleció el 28 de mayo de 1911, como consecuencia de “Enteritis aguda”, siendo enterrada al día siguiente, día 29 de mayo. La madre, Antonia Gimeno Gimillo, de 31 años de edad, hija de Ramón y Carmen, falleció al día siguiente del entierro de la hija –el 30 de mayo de 1911-, a consecuencia de “Nefritis puerperal”. De todo lo cual se deduce que la anécdota relatada no es cierta, al menos en los términos que se cuenta, pues carece de soporte documental en esta genealogía. Podría ser que hubiera habido otra hija anterior, todavía no identificada. No obstante, dados los detalles del relato, me resisto a creer que la historieta sea totalmente inventada, quedando pendiente de nuevas pesquisas. 

De este modo, ampliando la investigación a los primeros años del siglo XX, halle el acta de defunción de la niña Felicita Arnalte Gimeno, de cinco años de edad, hija de Jesús y de Antonia, fallecida el día 3 de agosto de 1906 en su propio domicilio a consecuencia de “Fractura de cráneo con hemorragia cerebral”.[11]

El hallazgo del acta de defunción de Felicita Arnalte Gimeno (1901-1906) hace que debamos replantearnos la historia, pues el documento acredita que el matrimonio formando por Jesús Arnalte Gómez (a) el Sebastiano y Antonia Gimeno Gimillo (a) la Peperroja tuvieron cuatro hijas: Felicita, Amparo la Jesusa (1906-1989), Carmen la Estanquera (1909-1961) y Mª Magdalena (la última fallecida de “Enteritis aguda” el 28 de mayo en 1911, a los cinco días de vida). El hecho de que la niña Felicita fuera la primera de las hijas conocidas del matrimonio demuestra que la anécdota contiene datos falsos, ya que el relato dice que después de la muerte accidental de la niña la madre “no comía, enfermó de tristeza y poco después murió por tanto tormento como parece le daba el marido”. Obviamente no pudo ser así, ya que después de Felicita hubo tres hijas más, la última (Mª Magdalena) fallecida el 28 de mayo 1911. La madre falleció de “Nefritis puerperal” dos días después, el treinta de mayo de 1911, a los 31 años de edad. Ello significa que cuando la niña Felicita falleció la madre tenía 26 años.

Probablemente nunca sepamos la verdad respecto a lo que se dijo tras la muerte accidental de la niña Felicita, esto es, que “todos los días, a la hora de comer, el padre, que debía tener muy mala entraña, colocaba en la mesa la ropa ensangrentada de la niña...”. La señora Alicia Giménez Arnalte, nieta por línea materna de Jesús y Antonia me comentó: “Esto que has escrito es una barbaridad, mi abuelo no pudo hacer semejante cosa, porque quería muchísimo a su mujer”. Nadie puede decir lo contrario, pero la anécdota referida circuló por el vecindario. La misma señora Alicia Giménez Arnalte me refirió que, según le contaba su madre, “la abuela padecía una enfermedad de la sangre llamada policitemia vera y que le aplicaban sanguijuelas como tratamiento”. Propiamente, sin embargo, falleció de “Nefritis puerperal”; ello no significa que no padeciera dicha enfermedad. Valga el punto para decir que la policitemia vera (también conocida como enfermedad de Vaquez-Osler) es un síndrome mieloproliferativo en el que las células de la sangre sufren un gran incremento en su número; principalmente de hematíes, pero también de leucocitos y trombocitos, afectando principalmente a varones entre los cincuenta y sesenta años. Pudo tratarse de un caso muy particular, pues la paciente en cuestión era una mujer joven (fallecida a los 31 años). Asimismo, resulta sorprendente que a la fecha del suceso (1911) la enfermedad que sufría la señora Antonia Gimeno Gimillo pudiera diagnosticarse con tanta precisión en el medio rural que era Torrebaja. De hecho, la enfermedad había sido descrita por primera vez por Vaquez, en 1892 y definida por Osler en 1903-1904.[12]

El investigador se ha limitado a recoger el suceso y a tratar de verificarlo con los instrumentos a su alcance. No obstante los errores cronológicos y conceptuales que el relato contiene, me resisto a creer que el hecho fuera totalmente inventado. Propiamente, los testimonios orales pueden sufrir tergiversaciones y añadidos con el paso del tiempo, hasta desnaturalizar la historia original, como puede suceder en el presente caso.

Una reflexión final: de ser cierto el hecho de que el padre “colocaba en la mesa la ropa ensangrentada de la niña” fallecida, ¿cómo pudo saberse este dato? Se me ocurren dos opciones: la primera, que la propia madre lo contara; la segunda, que alguien lo viera. De ser inventado, la persona que concibió semejante patraña demostraría una absoluta desvergüenza. Por lo demás, es razonable que la familia se sienta herida o molesta por haberme atrevido a recoger y comentar una anécdota con semejante contenido. Tras pedir disculpas sólo puedo añadir que las personas tenemos tendencia a enorgullecernos o abochornarnos frente a los hechos de nuestros antepasados, pero en ningún caso somos responsables. 

Líneas familiares de los hermanos “Arnalte Gómez” de Torrebaja (Valencia).
Nombre y apellidos
padres
Abuelos
Paternos
Maternos
Abelina, Jesús y Ramón Arnalte Gómez (a) los Sebastianos.
Francisco Arnalte Esparza y
María Gómez Asensio.
Domingo Arnalte y
Sebastiana Esparza.
Isidro Gómez y
Vicenta Asensio de El Cuervo (Teruel).
Elaboración propia (2013).


            
Acerca del Alpargatero, un ratero y carterista valenciano.            
Durante mi infancia en Torrebaja –años cincuenta y sesenta del pasado siglo- se contaban muchas historias del Alpargatero, un caco de poca monta que parece tenía amedrentado al vecindario. Nadie ha sabido darme razón de su nombre, pues sólo se le conoce por el apodo. Desconozco asimismo cual fuera su grado de peligrosidad o maldad, pero la sola mención de su apelativo inspiraba en los niños algo más que temor: Nombrar al Alpargatero era como señalar al hombre del saco, quizá peor, pues aquel era real... No sé de dónde le venía el apodo al “Alpargatero”, pero yo me lo imaginaba como un hombre malo y feo con alpargatas, de aquellas de tela de lona con suela de esparto y vetas negras... Aunque parece que no era mal parecido y tenía buena planta.
            
De mis conversaciones con la señora Trinidad Martínez Arnalte (Torrebaja, 1941), recuerdo una historieta en relación con el Alpargatero:

  • Seguro que habrás oído contar la historia del Alpargatero, un ratero que había sido carterista en la ciudad, y apareció por Torrebaja después de la guerra... Se decía que este hombre procedía de una familia bien de Valencia, pero ni sus padres ni hermanos pudieron nunca con él. Comentaban de él que era una persona educada y de buena apariencia, que hablaba con corrección. A Torrebaja vino con una mujer, nieta de la tía Cuentas, llamada Leonor: Sí, por lo visto era una sota de cuidado... Se había marchado a Barcelona con el marido de la señora Trini la Retratista, que era fotógrafo. Pero una vez allí lo abandonó, y su mujer lo recogió de nuevo. Fue una de aquellas idas y venidas (de Barcelona a Torrebaja) cuando la Leonor se trajo al Alpargatero...


Para situar al lector, cabe decir que Guillermo Cortés Casino (1866-1940), viudo de Teresa Cañizares y con dos hijos –Marino Cortés Cañizares y otro-, casó en segundas nupcias con Leonor Martínez Romero, hija de la tía Cuentas. Al tal Guillermo Cortés Casino ya le conocemos de otros relatos, pues fue quien lanzó la piedra que mató al joven Ramón Cañizares Arnalte –en 1917-.[13] De este segundo matrimonio del señor Guillermo nacieron tres hijos: Isabel, que casó con un hermano de Manuel Hernández Argilés (1918-1992), el marido de Pura la Chinicas, y tuvo dos hijos -Vicente y Manolo-, que pusieron una tienda de ropa en Barcelona; otro al que decían simplemente “Cortés”, un muchacho “que tenía los dientes muy salidos”, y otra hija llamada Leonor Cortés Martínez, una moza “alegre de cascos”, siendo ésta la que se lió con el marido de Trini la Retratista, y la que trajo al Alpargatero a Torrebaja.


Vista de la entrada occidental a Torrebaja (Valencia), por la CN-430 de Cuenca a Teruel, con detalle de los edificios (a la izquierda), que fueron propiedad del señor Segundo Miguel Benedicto (1898-1994), ca.1975.

Sigue diciendo la informante:
  • Resulta que el tío Segundo el Solano -se refiere al señor Segundo Miguel Benedicto (1898-1994)- vivía en Teruel, donde parece tenía algún negocio de cuadras, posada o lo que fuera. De vez en cuando venía a su masía de Villel y a su casa de Torrebaja, que estaba en la carretera, junto a la de Abel Bea... El caso es que el tío Segundo tenía fama de rico, y seguramente lo era. Un día vino de Teruel y después de estar un rato en el café se fue a dormir... Debía ser en este tiempo que comienza a refrescar y la gente se encierra temprano en casa. El caso es que la habitación donde dormía estaba en la planta baja, a un lado del pasillo de la entrada; la habitación tenía una ventana con reja que daba a la carretera. Parece que el hombre no tenía costumbre de cerrarse por dentro, pero aquella noche se cerró..., como si la Providencia le hubiera avisado, para protegerle de lo que tenía que ocurrirle aquella noche.

Salida occidental de Torrebaja (Valencia), por la CN-420, en dirección Cuenca,
con detalle des "casitas baratas" promovidas por el Ayuntamiento (2013).

          
Cabe decir, para situar al lector, que la zona que se está describiendo se halla a la salida de Torrebaja, en la misma carretera, en dirección a Cuenca, en esta parte donde se hallan ahora las “casitas baratas” que promovió el Ayuntamiento. Continúa diciendo:

  • La puerta del cuarto del tío Segundo tenía una claraboya en la parte alta, y nada más acostarse vio él una luz por el cristal... El hombre se levantó, preguntando: ¿Quién va, quién está ahí...? -pero nadie le contestó-. La luz fue directa al cuarto, y el que fuera empezó a mover la manija de la cerradura, hacia un lado y otro... Suerte que la puerta era sólida, de madera buena, de lo contrario la hubiera echado abajo. El tío Segundo se fue hacia la ventana, la abrió y empezó a pedir ayuda: ¡Auxilio, socorro, auxilio...! -pero ningún vecino se asomó ni respondió a las llamadas, ni la tía Doñata, una mujer viuda que vivía enfrente, ni los tíos de Josefina la Chesa, que vivían al lado-. Mientras tanto, la puerta iba que volaba... Carmen la Bernarda, que por entonces ya vivía donde el partidor, tampoco acudió... El tío Segundo se puso a llamar entonces a sus vecinos de enfrente por el nombre: ¡Amparo, Teodoro, Amparo, Teodoro...! Sin embargo, la tía Amparo la Jesusa y su marido, aunque ya estaban durmiendo y tenían las habitaciones por detrás, se despertaron por los gritos -esto me lo contaba la tía Jesusa, que les cogió en el primer sueño, por eso fue que les costó despertarse-.

Entrada occidental de Torrebaja (Valencia), por la CN-420, en dirección Teruel,
con detalle de las "casitas baratas" promovidas por el Ayuntamiento (2013).

            
Y concluye diciendo:
  • Finalmente, la tía Jesusa se levantó y fue a la ventana de su casa, preguntando al tío Segundo qué le pasaba. Asustado, el tío Segundo le contestó: ¡Amparo, que tengo gente en casa..., alguien que me quiere robar! Al oír a la vecina, la puerta del cuarto del tío Segundo dejó de moverse, y los ladrones huyeron. Se marcharon por detrás de la casa, atravesando los huertos. ¡No podían ser más que los ladrones! A todo esto, la tía Amparo echó carretera adelante, hasta el café, donde todavía había gente, y también la Guardia Civil, y refirió el asunto: ¡Que hay gente en casa de Segundo, que quieren robarle...! Los guardias y toda la gente acudieron a casa del tío Segundo, a ver qué pasaba. Al día siguiente se dijo que la tía Francesa, mujer de Julián el Letedo, vio pasar aquella noche, frente a su casa –que estaba por encima del Partidor de la acequia de Castiel- dos personas corriendo. Y en la casa de Segundo encontraron una cuerda pendiente de una viga..., con un nudo de ahorcar. Se pensó que los ladrones querían sacarle la firma al tío Segundo, dinero o lo que fuera, y luego ahorcarlo... Más tarde se supo que días antes, alguno de la familia del tío Abel había visto al Alpargatero rondando la casa.
            
Cuando dice “la tía Francesa, mujer de Juan el Letedo”, se refiere al matrimonio formado por la señora Luciana Vialanait Carriere y al señor Julián Martínez Cañizares, padres de Luciano y de Julián el Francés (Millau-Francia, 1931).[14]




[1] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Censo eclesiástico de 1878 en el Lugar de Torrebaja (Valencia), en Desde el Rincón de Ademuz, del lunes 24 de octubre de 2011.
[2] ID. La iglesia de San Joaquín y Santa Bárbara en Arroyo Cerezo, aldea de Castielfabib (Valencia), en Desde el Rincón de Ademuz, del domingo 12 de mayo de 2013.
[3] ID. Estudio epidemiológico del cólera de 1885 en el Rincón de Ademuz, en revista Ababol 37 (2004) 21-25 y Ababol 38 (2004) 12-15.
[4] ID. Estudio epidemiológico del cólera de 1885 en el Rincón de Ademuz, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, 2007, vol. I, pp. 123-132.
[5] Archivo Histórico Parroquial de Torrebaja [AHPTb]. Libro de Bautismos, 1885, tomo IV, p. 177.
[6] SÁNCHEZ GARZÓN (2007), p. 132.
[7] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Anecdotario rinconademucense (IV), en Desde el Rincón de Ademuz, del martes 2 de julio de 2013.
[8] ID. Anecdotario rinconademucense (III), en Desde el Rincón de Ademuz, del martes 2 de julio de 2013.
[9] Archivo Histórico Parroquial de Torrebaja (Valencia) [AHPTb], Libro de Defunciones, Año 1911, p. 110r, nº 504. Archivo Histórico del Juzgado Municipal de Torrebaja (Valencia) [AHJMTb], Libro de Defunciones, Año 1911, Acta nº 110, folio 110.
[10] [AHPTb], Libro de Defunciones, Año 1911, p. 110r, nº 505. [AHJMTb], Libro de Defunciones, Año 1911, Acta nº 111, folio 111.
[11] [AHJMTb], Libro de Defunciones, Año 1906, Acta nº 24, folio 24.
[12] JOHN B. MIALE, M.D. (1985). Hematología. Medicina de laboratorio, Editorial Reverté, S.A., Barcelona, p. 785. ISNB: 84-291-5550-3
[13] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Anecdotario rinconademucense (III), en Desde el Rincón de Ademuz, del martes 2 de julio de 2013.
[14] SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo. Julián Martínez Vialanait, (a) el Francés, en Desde el Rincón de Ademuz, del domingo 24 de diciembre de 2011.