martes, 1 de noviembre de 2011

DON JAIME RUIZ DE CASTELLBLANQUE (1596-1672), SEÑOR DE TORREBAJA (VALENCIA).

A propósito de su detención y ajusticiamiento en Madrid

por bandolerismo.



«A mediados del siglo XVII los bandoleros campaban por el Reino de Valencia,

aumentando en número y atrevimiento, hasta el punto de atacar al propio virrey,

a la sazón arzobispo de Valencia -don Pedro de Urbina y Montoya (1585-1663)-

sin que le valiera la guardia blau que llevaba»

-Historia Viva de Valencia (1989), vol. II, Año 1653-.


«Don Jaime Ruiz de Castellblanch, señor de la estratégica zona de Ademuz,

complicado en su larga vida de bandolero

en ciento ochenta y tres asesinatos e infinitos robos»

-Sebastián García Martínez en Valencia bajo Carlos II (1991), p. 26-.






Consideraciones previas.

La designación de la actual plaza del Ayuntamiento de Torrebaja como “plaza del Señor” –nombre con el que era conocida hasta tiempos recientes, pese a que su denominación oficial era plaza de Ramón y Cajal- corresponde a la época señorial (siglos XVI-XIX); cronológicamente, se relaciona con el momento fundacional, cuando los Ruiz de Castellblanque establecieron aquí su mayorazgo.1 De hecho, a principios del siglo XVII Torrebaja no era más que una alquería, finca, hacienda o posesión particular en la jurisdicción de Castielfabib, sin término ni delimitación propio. Los mismos señores de Torrebaja eran vecinos de la Villa, donde concurrían a los cargos públicos. Prueba de ello es que pagaban la peyta (tributo o contribución) por sus tierras y regalías a Castielfabib. A comienzos de dicha centuria los dueños de Torrebaja comenzaron a agregar algunas casas a las existentes en torno de la Casa Grande, con el propósito de alquilarlas a los colonos que trabajaban sus tierras en régimen de aparcería.2

Por este mismo tiempo, primera década del Seiscientos, tuvo lugar una sentencia judicial contra el señor de Torrebaja –don Juan Ruiz de Castellblanch, tío de don Jaime Ruiz de Castellblanch- el cual pretendía jurisdicción sobre su territorio, cuando no la tenía, pues ésta correspondía a Castielfabib (1610).3 El siguiente señor de Torrebaja –don Diego Ruiz de Castellblanque- hermano y sucesor por falta de sucesión del anterior, redactó su testamento en los años treinta del mismo siglo (1638). Por dicho documento conocemos la estirpe originaria del señorío de Torrebaja, incluyendo el nombre de sus padres y hermano, esposa e hijos. El registro contiene la primera delimitación de su propiedad, demarcación que se corresponde con la que habría de tener el futuro término municipal de Torrebaja, y las distintas disposiciones o mandas testamentarias, que nos introducen en la forma de vida y preocupaciones de un personaje de la pequeña nobleza en la primera mitad del siglo XVII.4

Entre los hijos de don Diego –Jaime, Francisco, Fernando, Cristóbal y Margarita- cabe destacar al mayor: don Jaime Ruiz de Castellblanque (1596-1672) -heredero del vínculo mayorazgo, el cual consta se convirtió en un peligroso delincuente y asesino. El presente trabajo pretende ahondar en su biografía, relacionando su peripecia vital con la situación social y económica de su tiempo, a propósito del hallazgo de un documento inédito, donde se demuestra la negativa del rey –Felipe IV (1621-65)- a dispensar los delitos cometidos por el mencionado señor de Torrebaja y su hermano.


Vista parcial (nororiental) de Torrebaja (Valencia),
desde la partida de El Rento (2004).

Escudo nobiliario de los Ruiz de Castellblanque,
según puede verse en el retablo de pincel de la Ermita de San Roque en Torrebaja (Valencia),
antes de su restauración (2004).


Antecedentes históricos.

Como es conocido, a mediados del siglo XVII los bandoleros campaban por el Reino de Valencia:

Los bandoleros está aumentando en número y en atrevimiento de una forma alarmante, hasta el punto de que, […], el año pasado (1652) se atrevieron a atacar al entonces virrey y arzobispo de Valencia, Pedro de Urbina, pese a la guardia “blau” que llevaba./ Los bandoleros, siempre bien armados y sin miedo ni a la justicia ni a los que les hacen frente, han llegado a ocupar con sus armas pueblos enteros, donde por unos días se han hecho los señores de los mismos, sin justicia que les haga detenerse. Sólo contamos con la guardia azul del virrey u con los hombres de armas de cada ciudad, pero todo parece insuficiente para hacer frente a tanto desalmado.5


Se menciona aquí “al entonces virrey de Valencia, Pedro de Urbina”, se refiere a don Pedro de Urbina y Montoya (1585-1663), a la sazón arzobispo y virrey del Reino de Valencia (1650-1652), en cuya jura del cargo en el Palacio Real de la ciudad estuvo presente su predecesor, don Duarte-Fernando Álvarez de Toledo (1645-1650), conde de Oropesa.6 Respecto a la causa del incremento del bandolerismo y la violencia en el Reino de Valencia:

Se dice que el hambre que en los últimos años ha azotado nuestro Reino ha hecho que muchos campesinos abandonasen las tierras para unirse a las filas de algún capitán bandolero. Algunas de estas bandas llegan a tener cien hombre o más, contra los cuales nada puede la justicia.7


Sin embargo, el bandolerismo no solo afectaba a las clases bajas (campesinos y aparceros):

Pero no es sólo entre los pobres donde abundan las armas y la violencia. Entre los grandes señores y aquí mismo en la ciudad se tiene a bien portar armas, que se empuñan con mucha facilidad, por lo que abundan los heridos en las peleas y aun las muertes. Nadie respeta nada: ni los templos, ni la nobleza, ni los viajeros, ni los de este Reino o los de otro. Todo el Reino se sume en este clima violento y aunque se pide a las autoridades que aumente su vigilancia y se pide un mayor castigo para los bandoleros, nada parece detenerlo. Días hay en que las muertes en peleas, reyertas y desafíos se suceden unas tras otras y en una sola población, sin que el asesino sea después buscado por la justicia si no es un alto señor la víctima.8


El panorama de mediados del siglo XVII que se pinta en el Reino de Valencia no resulta muy halagüeño, las causas principales parecen verse en la situación social y económica por las que pasaba la sociedad en ese tiempo, con un elevado índice de inflación en la economía. En cuanto a las medidas represoras del bandolerismo, resulta de interés el trabajo de Lluis J. Guía Marín (1976).9 Abundando en el origen de esta situación, la causa de la proliferación del bandolerismo se ha visto en la situación de necesidad que venía padeciendo el reino, hasta el punto que 1651 fue conocido como “el año del hambre”. Para colmo, el Turia se desbordó a su paso por la capital, inundando calles y plazas. El grano y los alimentos escaseaban, la mendicidad aumentó, incrementándose también el número de pordioseros por las calles, a la vez que los ladrones y bandoleros, siendo su objetivo conseguir alimentos o dineros para lograrlos. Muchos vecinos murieron de hambre, pero otros no se resignaron y “armados con su navaja, aprovechando la oscuridad de la noche, asaltaban y desvalijaban a nobles y caballeros o a paseantes que circulaban por las calles”.10

Respecto al deterioro del orden público y el incremento del bandolerismo, el historiador Pablo Pérez Llorca (1998) anota cuestiones relativas a la situación política general (la negrita es mía):

Como consecuencia de las Cortes de 1626 […], y, sobre todo, desde el inicio de las hostilidades armadas con Francia en 1635, la situación del orden público en Valencia sufrió un fuerte deterioro, alcanzando el bandolerismo cotas de gravedad y paroxismo desconocidas hasta el momento. Los virreyes, espoleados desde Madrid y sensibilizados ante las revueltas de Cataluña, Portugal y Nápoles contra el rey Felipe IV, quisieron aplicar una política de dureza que no fue respaldada por los representantes cualificados del reino. Sólo así es posible explicar la contumaz rebeldía del clan de los Anglesola, su enfrentamiento con Gaspar Juan Sabata o Zapata, el terrible asesinato del oidor de la sala criminal de la Audiencia y faccionario de los Anglesola, D. Miguel Jerónimo Sanz, la implicación del virrey duque de Arcos (1642-45) en las banderías de la capital o la formación de las portentosas partidas de bandoleros dirigidas por Pedro Cholvi, Manuel Alapont, D. Jaime Ruiz de Castelblanch, Vicente Benet, D. José Vallterra y, muy especialmente, del celebérrimo José Artús (1664-1668).11


En este contexto sociopolítico hay que ver el hecho de que muchos campesinos abandonaran sus tierras para sumarse a las bandas de salteadores. Algunos de dichos grupos se componían de hasta un centenar de hombres, sin que la justicia osara hacerles frente. El ambiente de la ciudad de Valencia reflejaba dicha situación de miseria y violencia, justificando el número de gente que portaba armas: de ahí el aumento de peleas, heridos y muertos. Los bandoleros no respetaban nada, ni lugares sagrados (templos o conventos) ni personas (viajeros o lugareños), tampoco a la nobleza. El clima de violencia desatado por la situación social y económica invadía el Reino, afectando a todos los estamentos. Los vecindarios solicitaban de las autoridades que extendieran su vigilancia y un mayor castigo para los bandoleros y delincuentes, a los que nada parecía poder detener, pues los asesinos no eran comúnmente perseguidos. No obstante, el panorama descrito debe entenderse como algo puntual –limitado al ecuador del siglo XVII-; pues, investigaciones recientes, acerca de la realidad de las actuaciones y costumbres sociales, contradicen que el barroco fuera una etapa de extrema violencia -hasta el punto de considerarlo una época de transición-: en todo caso los delitos contra la vida y hacienda disminuyeron durante el periodo histórico.12


Vista parcial de la plaza del Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia),
antigua plaza del Señor,
con detalle de la Casa Grande y el torreón de Los Picos
solar de los Ruiz de Castellblanque (ca.1960).


Orígenes familiares de don Jaime Ruiz de Castellblanque (1596-1672).

El testamento de don Diego Ruiz de Castellblanque fue abierto y leído en su casa habitación de Torrebaja, delante de sus hijos y herederos, el día 14 de mayo de 1643: probablemente el mismo día de su fallecimiento. En el sexto ítem, el testador declara que don Jaime Ruiz de Castellblanque, su hijo mayor y de su esposa, doña María Ana de Cabestani y Caballería, debía ser el legítimo sucesor en el vínculo de su mayorazgo y señorío del lugar de Torrebaja, con todos los bienes anejos. Al fin de sus días, le deberían suceder sus hijos y si no los tuviera, sus hermanos: don Francisco, don Fernando y don Cristóbal, por ese orden.13

Don Jaime había nacido a finales del Quinientos (1596), en el seno de una familia de la pequeña nobleza rural, asumiendo la titularidad del mayorazgo de Torrebaja a la muerte de su padre (1643), cuando ya contaba 47 años. Sin embargo, su carácter y aspiraciones debía ser distinto del de su progenitor, un hombre temeroso de Dios, que había vivido apaciblemente en Torrebaja y quiso ser cristianamente enterrado en la iglesia de su lugar: dentro de la Capilla mayor, frente al Santísimo Sacramento y portando como mortaja “el hábito del glorioso padre y seráfico S. Francisco”.14


El señor de Torrebaja se inicia en el bandidaje.

El nuevo titular del mayorazgo de Torrebaja, don Jaime Ruiz de Castellblanque, no pudo o no quiso dedicarse a su cuidado, mejora y explotación, pues se dedicó al bandidaje. ¿Cuáles fueron las razones que impulsaron a don Jaime a echarse al monte, por qué se hizo maleante? Según parece, sus actividades delictivas comenzaron tras haber arrojado por un precipicio a un clérigo de nombre mosén Ignacio, “que había raptado a la criada de un tío suyo y robado las alhajas familiares”.15 Visto desde el presente, sin embargo, parece que la respuesta de don Jaime ante la actuación del clérigo raptor y ladrón fue desproporcionada, además de haberse tomado la justicia por su mano. En cualquier caso, el personaje demuestra poseer una naturaleza impulsiva, violenta y criminal.

Por dicho crimen, y por haber acogido a unos bandoleros en Torrebaja, consta que “la justicia arrasó su casa en 1648 –ello se hizo sin proceso, lo cual era contrafuero-, tras lo cual se echó al monte”.16 La demolición y el arrasamiento de la casa solar de don Jaime Ruiz de Castellblanque se justifica en un bando del virrey, don Duarte Fernando Álvarez de Toledo (1645-50), que anunciaba “pena de la vida y perdimiento de bienes” a quien “receptase en su casa, diese favor o ayuda a Pedro Cholvi”, otro renombrado bandido. Atendiendo al bando, el conde de Oropesa “le demolió sus casas fuertes y solariegas de su Mayorazgo en dicha Torrebaja” (en 1648). No obstante, desconocemos el grado de demolición y arrasamiento que sufrieron las “casas fuertes y solariegas” del señor de Torrebaja. La destrucción de casas y el embargo de bienes formaba parte de la “feroz política represiva de los virreyes”, que utilizaron todos los instrumentos que el poder ponía en sus manos para combatir el bandolerismo.17

Además de estos hechos iniciales conocemos su larga trayectoria como maleante, desarrollada entre los años cuarenta y setenta del siglo XVII. Raúl Eslava Blasco (Valencia, 1964) publica en la revista Ababol 60 (2009) la traducción castellana de un documento en catalán, relativo a la denuncia de las actividades criminales de don Jaime Ruiz de Castellblanque realizada por Jerónimo Pastor, notario procurador del Fiscal Real ante la Audiencia de Valencia, fechada el 26 de octubre de 1648.18 Su lectura permite extraer el siguiente currículo delictivo hasta la fecha citada:

i.- Vinculación con personas de mala conducta (bandoleros, ladrones…) y con grupos que actuaban en la Comunidad de Teruel.

ii.- Cabecilla de banda y relación con jefes de bandas y cuadrillas con las que recorría los territorios fronterizos (de Aragón, Castilla y Valencia), “inquietando y perturbando la paz y quietud pública, cometiendo muchas atrocidades y delitos”, y en particular con los Anglesola de la ciudad de Valencia.

iii.- Entre los miembros de su banda cabe contar a sus hermanos menores: don Francisco y don Cristóbal.

iv.- Los bandoleros y cuadrillas se reunían en la casa solar de don Jaime en Torrebaja, “que asemejaba un hormiguero” de delincuentes, “y en dicha casa se fraguaban todas las muertes, robos y demás delitos que se han cometido en aquellas tierras de aquel tiempo a esta parte.

v.- Portar pistolas, tercerolas, carabinas y otras armas prohibidas.

vi.- Abuso de personas, tiranizando y amedrentando a la comarca del Rincón de Ademuz, con las pretensión de intentar convertir el lugar de Torrebaja en villa, “y que las villas de Castielfabib y Ademuz le diesen gran parte de sus términos y jurisdicción criminal”.

vii.- Hurtar a la partida de El Soto (Ademuz), el agua de riego, exigiendo a los propietarios y regantes le mostrasen sus títulos de propiedad: el agua la volvió a echar al cabo de quince días.

viii.- Habilitar “a sus vasallos” para que sus ganados pastasen libremente en término de Ademuz, “como si fuesen vecinos de la villa”.

ix.- Impedir a los oficiales reales que administrasen justicia, “haciendo que nadie abriese la boca porque a todos tenía como si fuesen cautivos”.

x.- Asesinato de varios individuos: Berthomeu Colas en Torrebaja (en 1641), Joseph Millá (mayo de 1647), y otros: Valentí Barrera, Joseph Matheu el Pechero, Joseph Marqués, Berthomeu Cortes, Juan Días, Mosen Jacinto presbítero, Berthomeu León, Bertohmeu Lozano, Joseph Hernández, Joseph Juliá, etcétera.

xi.- El asesinato de Joseph Hernández tuvo lugar en la plaza de la Villa, lo llevaron a matar allí “para atemorizar” a los vecinos, de forma que “los testigos no se atrevía a decir nada aún cuando los sometiesen a tormento”.

xii.- Cuando el lugarteniente de Ademuz encarceló a Gregori Monleón (ca.1640), lo tuvo que soltar de inmediato, porque en cuanto se supo en Torrebaja, “don Jaime, sus hermanos y otros ya venía a abrir la prisión y matar al lugarteniente, por lo cual tenían más autoridad que los oficiales del Rey y nadie se atrevía a oponérsele”.

xiii.- Tenencia de monedad falsa, “de reales de a ocho y en su casa [de Torrebaja] ha tenido al monedero público Domingo Villalba”.

xiv.- Intento de asesinato de “Bernardino Martínez” y de Diego Ruiz de Lihori de Moya”.

xv.- Intento de despojar a la villa de Ademuz de la dehesa de las Ombrigiadas, regalía de la villa.

xvi.- Amenazas de muerte a los que “se atrevían a hacer montas en el ganado de sus vasallos porque si lo intentaban era cierto que los mataba”, como fue el caso de Francisco Martínez de Visiedo, al que mató el Pastisier, “porque siendo Justicia de Ademuz quiso ejecutar una monta”.

xvii.- Contravenir a la justicia, como cuando “el corregidor de la villa de Moya mandó hacer un pregón en el que bajo pena de muerte mandaba que nadie diese de comer ni acogiese en su casa a Domingo Asencio (el) Malacara, a Pedro Pérez, Anthón Barrera y el mencionado don Jaime [...] en emulación de la justicia llevó por fuera a Vicente Hernández ministro de Ademuz a dicha villa de Moya acompañándolo aquel y muchos bandoleros de su cuadrilla y en medio de la Plaza de Moya hizo que tocar un cuerno en lugar de trompeta y le hizo pregonar que de orden de los señores Domingo Asencio, Antón Barrera y Pedro Pérez ninguna persona se atreviese, bajo pena de muerte, a detenerlos ni dejase de darles cobijo y acabando dicho pregón dieron grandes gritos diciendo que saliera el corregidor que era un carnudo (obeso) y otras palabras injuriosas”.

xviii.- En cierta ocasión (septiembre de 1647), el corregidor de Moya llegó hasta la villa de Ademuz con mucha gente, persiguiendo a dos bandoleros de la cuadrilla de don Jaime (a el Pastiser y a Setina), y cuando éste se enteró bajó desde Torrebaja a Ademuz -le acompañaban Berthomeu Pintado, Francisco Cañisares y tres bandoleros más-, “y quiso matar dicho corregidor” y los de la villa “tuvieron que arrodillarse a sus pies para que no lo ejecutara”.

xix.- Años atrás, “don Jaime secuestró a María López de su marido y la ha tenido en Torrebaja públicamente como si fuera su mujer y ha tenido de ella tres hijos”.

xx.- Asimismo, “don Francisco su hermano acompañado de Gregori Monleón y otros secuestró violentamente a María Escutia viuda de Ademuz”.

xxi.- Arreglo y desarreglo de contratos a su conveniencia y la de sus amigos: cosa de dos años atrás, “Pedro Navarro vendió dos trozos de tierra a Juan Quevedo de El Cuervo, y habiéndose consumado la venta y casi pagado el precio [don Jaime] forzó a que se deshiciese y que dicho Navarro la vendiese a un sobrino de mosén Juan Lázaro, rector parroquial del Cuervo, gran valedor de dicho don Jaime”. Asimismo, “habiéndose vendido a instancia de los Jurados de Castielfabib una cantidad de trigo, teniéndolo el comprador en su casa, hizo don Jaime que lo restituyera, como en efecto lo restituyó, y se lo llevó a Torrebaja”. Igualmente, “el año pasado (1647) habiéndole dado a Miguel Novella de Castielfabib un libro como clavario de la villa con unas partidas que se habían hecho entre los vecinos, teniendo noticia dicho don Jaime que en el libro estaban escritos don Fernando y su hermano y tres o cuatro más, lo mandó llamar por medio de dicho don Fernando y le pidió el libro y tomándolo en sus manos cogió una pluma y borró el nombre de don Fernando y de otros y dijo «vaya y diga a esos Señores -diciéndolo por los Jurados y Consejeros de Castielfabib- que si otra vez los pone en el libro le cortaré la cara a quien lo mandare y las manos a quien lo escribiere», y dicho Novella viendo la temeridad de dicho don Jaime le dijo que él no lo había hecho y aquél le respondió «ya lo veo, que si lo hubiera hecho le hubiera echado de una peña abajo», lo que hizo delante de mucha gente diciendo que él lo hacía porque los otros no habían tenido valor para hacerlo”.

xxii.- Respecto a la muerte de Berthomeu Colás, ocurrida la víspera de san Antonio del año 1614, sobre las diez de la noche: “que el dicho don Jaime le encargó que llevase unas cartas a Ademuz y habiéndose ido con ellas el dicho don Jaime, don Francisco su hermano y Cansares lo persiguieron y lo mataron cerca del río”.

xxiii.- Otras muertes, como la de Valentí Barrera y Joseph Matheu el Pechero, ocurridas por san Miguel del año 1645, sucedieron “por haber partido cierto ganado el dicho don Jaime con Francisco Domingo acompañado de don Francisco y don Cristóbal sus hermanos, Juan Ribes hermano del Pastiser, Bonifacio Anthoni y Felip Rodríguez y todos llevaban pistolas y tercerolas a excepción de los dos últimos, y hecha la partición aparecieron dos hombres por una loma y dicho don Jaime se montó a caballo con sus armas y los fue a reconocer y viendo que el primero era el dicho Barrera pasó delante persiguiendo al otro que era el dicho Peachero que ya iba huyendo y los dichos don Francisco y don Cristóbal también con sus armas lo persiguieron y cuando llegaron a dicho Barrera le dispararon un tiro cada uno y lo mataron y Francisco Cañizares acudió con sus armas a trabajo hecho y el dicho don Jaime habiendo pasado la loma persiguiendo al dicho Peachero le disparó y lo mató, y la causa de dichas muertes fue porque los dichos Barrera y Peachero habían matado a Miquel y Melchor de Javaloyas amigos de la cuadrilla de dicho don Jaime”.

xxiv.- Otra muerte más, la de Joseph Millá, sucedió de esta forma: “un día de mayo de 1643 a mediodía yendo el dicho Millá en dirección a la villa de Castielfabib salía de Torrebaja por el camino arriba con un rocín del ramal, el dicho don Jaime lo siguió y le tiró un disparo de escopeta y el dicho Millá cayó en tierra y entonces acudió don Cristóbal su hermano y le pegó otro tiro, quedando muerto el dicho Millá y herido el caballo, los escondieron en un trigal y por la noche los dichos don Jaime, don Cristóbal y don Francisco, valiéndose de sus vasallos labradores con fuerza y violencia les hicieron enterrar el caballo y cargar el cadáver de dicho Millá en una mula y llevarlo a la huerta y término de la villa del Cuervo, en el Reino de Aragón, y la causa de dicha muerte fue por sospecharse que en aquellos días el dicho Millá había disparado su escopeta a don Fernando Ruiz de Castellblanch en Castielfabib”.

xxv.- Otra muerte más, la del antedicho Berthomeu Cortés, ocurrida siete antes de san Lucas del año 1640: “estando aquel en una viña del término de Ademuz con Matheu Cortell y su mujer llegaron el dicho don Jaime y don Francisco su hermano con Jaime Madril de Gelva con escopetas y pistolas y sin decir palabra alguna el dicho don Jaime le pegó un golpe en la mano al dicho Cortell con un bastón de tres palmos que llevaba, diciendo si él era el que le había de pegar una puñalada y cayendo el dicho Cortel por tierra el dicho don Francisco trató de apuñalarlo, pero no lo hirió porque el dicho don Jaime le dijo que no le pegara con el puñal sino con un bastón y el dicho Madril levantó una escopeta que llevaba y con las dos manos le pegó a dicho Berthomeu Cortés con el cañón en la cabeza y le hundió la frente, y el dicho don Jaime sacando una escopeta y apuntándola le tiró al dicho Cortés un tiro […] y no con el cañón, y el dicho Cortés en pocos días murió”.

xxvi.- Otra muerte más: la muerte del dicho Joseph Hernández, ocurrida la víspera de la Virgen del Rosario del año 1644 por la noche, “en el Rabal de la villa de Ademuz donde los dichos don Jaime, don Francisco y don Cristóbal hermanos y Francisco Cañizares lo llevaron amistosamente diciéndole que iba a sacar de la prisión a Gregori Monleón de su cuadrilla, y le pegaron dos tiros de escopeta y cinco puñaladas en el cuello y la causa fue porque dicho Hernández se quería ir a Teruel y sospechaban que se haría amigo de sus contrarios”.

xxvii.- Un robo de ganado, ocurrido “el día de San Pedro del año 1645”, en que “el dicho don Jaime acompañado por mosén Pablo Calsa alias Navarro de Sarrión y por Martí Monleón llevando dos vasallos de dicho don Jaime fueron a la partida de la Redocar, término de Moya en el Reino de Castilla, donde encontraron unos pastores que cuidaban un ganado y preguntando el dicho don Jaime de quién era los pastores respondieron que de don Alonso Castellblanc y dicho don Jaime ordenó que sacrificasen un carnero e hiciesen de comer, y después de haber comido hizo separar los mejores carneros y los mejores primales, de los que cogió una manada de quinientos cuarenta y ocho, doscientos treinta y cuatro primales y el resto carneros, llevándoselos al presente Reino y de allí a Camarena donde los vendió. Y habiendo acudido un fraile de San Francisco por orden de dicho don Alonso para que le restituyera o le devolviera dándole alguna cantidad, no hubo remedio posible, al contrario, le dijo que todavía le había de robar otro tanto”.

xxviii.- Otro robo, que tuvo lugar “la noche de Santa Lucia del año 1644, entre la una y las dos de la noche, en la puerta falsa de la casa de Bernabé Fernández de Árguedas baile de Ademuz, hicieron un agujero que podría caber el brazo y por él sacaron la llave y abrieron la puerta y entraron tres hombres con medias carabinas, uno de los cuales llevaba media antorcha encendida y no fue reconocido y el otro era Francisco Cañizares y el tercero llevaba toda la cara enmascarada y una cabellera rubia por la cual y por la disposición pareció ser el dicho don Jaime y yendo donde estaba dicho baile, con un hacha abrieron la puerta y con amenazas le hicieron abrir las cajas y los escritorios y le robaron quinientas libras. Y habiéndose asomado algunas personas a las ventanas vieron otros más que en total eran seis que tenían rodeada la casa los cuales tiraron dos escopetazos y fueron conocidos los que dieron los tiros que eran don Francisco Ruiz de Castellblanch y Domingo Asensio el Malacara, y fue público y notorio, voz pública y fama, que el mencionado robo lo habían cometido los dichos don Jaime, don Francisco y don Cristóbal, mosén Pablo Navarro, Francisco Cañizares, Asensio y otros bandoleros de la cuadrilla de aquellos”.

xxix.- Otro robo, éste ocurrido “en el año 1646”, en que “Pedro Calvo de Liria fue a casa de Bonifacio Antón de la villa de Ademuz para comprar una partida de carneros y concertar con Bernardino Martínez de la villa de Moya una buena partida y que para cierto día se llevase el ganado al lugar de Losa, del presente Reino, y que el dicho Calvo llevase allí el dinero, y dos o tres días antes el dicho don Jaime y Francisco Navarro fueron a casa del dicho Bonifacio y se informaron qué día tenía que bajar el ganado el dicho Martínez y fue público y notorio, voz pública y fama, que habían salido al río de Arcos a robar y matar al dicho Martínez que llevaba dos mil libras de plata y se tiene por cierto que se hizo por orden del dicho don Jaime y Francisco Navarro y que aquellos lo habían planeado así. Y en esta conformidad se dijo públicamente en la villa de Ademuz, Moya y lugares circunvecinos que los dichos mosén Navarro, Cañizares, Martín Monleón y otros de la cuadrilla del dicho don Jaime y sus hermanos habían salido al dicho río a robar las dichas dos mil libras que llevaban el dicho Martínez y Diego Lihori y que les tiraron muchos escopetazos y les mataron una mula y el dicho don Jaime ha recogido en su casa a Pedro de Fresneda, Miguel Villar y Juan Eugenio ladrones famosos los cuales robaban en dichos reinos toros, vacas, mulas, caballos y otras cosas y las llevaban al dicho don Jaime el cual se quedaba con los botines y les daba alguna cosa”.

xxx.- Otro robo, éste ocurrido “hará cosa de dos años” (en 1646), en la persona de Pedro Soriano, al que “le abrieron una masada y le robaron trigo, cebada, vino y otras cosas que valdrán cincuenta libras poco más o menos, todo ello movido por don Jaime”.

xxxi.- No pagar impuestos por tránsito de mercancías entre reinos: “el dicho don Jaime habiendo tenido por algunos años un criado que iba con animales de carga comerciando y entrando mercancías de un reino a otro, nunca ha pagado derecho alguno”.


El informe concluye que en consideración a lo expuesto, “cualquier robo de consideración, muerte, atrocidad o delito que se hiciese en dicho distrito por ser el dicho don Jaime, don Francisco, don Cristóbal, sus hermanos de tan depravada calidad y costumbres entonces se decía que ellos lo habían hecho”. A continuación refiere los nombres de los miembros de la banda de don Jaime Ruiz de Castellblanc, señor de Torrebaja, comenzando por sus hermanos (don Francisco y don Cristóbal). El fiscal suplica les sea puesta denuncia a los encausados para su captura y enjuiciamiento, “y si no se los puede tener que se proceda contra aquellos por legítimo proceso de ausencia y sean condenados en todas la penas en que de justicia hayan incurrido” incluyendo los gastos del proceso.

Dado lo explícito y manifiesto del informe, resultaría ocioso el comentario de los asuntos expuestos, mereciendo la pena destacar no obstante la arbitraria ferocidad de los principales personajes que se nombran, esto es, de los hermanos Ruiz de Castellblanc (don Jaime, don Francisco y don Cristóbal: don Fernando no parece haber tomado parte en hechos delictivos), que a tenor de lo dicho y pese a la nobleza de su cuna carecen de principios y de moral, atentando contra la vida y hacienda de sus semejantes. Asimismo, llama la atención el uso continuado de las armas de fuego, no obstante su prohibición. Merece la pena destacar también el uso que en el informe se hace de la expresión “vasallo”, al referirse a los pobladores de Torrebaja. Propiamente no se trataba de “vasallos” en el sentido medieval del término (feudatario: siervo, súbdito), pues como se dice en la sentencia de un juicio habido a principios del siglo XVII (1610), entre el señor de Torrebaja (don Juan Ruiz de Castellblanque, hermano de don Diego) y la villa de Castielfabib, “los moradores de aquellas casas (de Torrebaja) no eran vasallos, sino simples arrendatarios (aparceros, inquilinos…), que habían devenido en dicha situación libremente, mediante contratos de arriendo, no por la vía del poblamiento u otro tipo de acatamiento o subordinación”.19


Vista parcial (meridional) de la plaza del Ayuntamiento de Torrebaja (Valencia),
con detalle de la Casa Grande y torreón de Los Picos,
antiguo solar de los Ruiz de Castellblanque (2016).

Según refiere Eslava Blasco (2009), tras la demolición de su casa solar de Torrebaja (en 1648) don Jaime emigra a Zaragoza:

Tras estos hechos don Jaime Ruiz de Castellblanch huyó a Zaragoza “por hallarse sin casa en que defenderse perseguido de la justicia y de muchos que por odios particulares públicamente procuraban quitarle la vida”. Después de un año en la capital aragonesa se instaló en Riodeva, también en el Reino de Aragón, “por estar vecino de Torrebaja y tener alguna comodidad para cuidar de su hacienda”, donde vivió diez años en aparente quietud.20


Siguiendo la cronología expuesta vemos que la estancia de don Jaime en Zaragoza se prolongó un año (1648-1649) y que transcurrido éste regresó a la zona para instalarse en la vecina localidad de Riodeva, donde residió diez años (1650-1660). El citado autor, en el mismo párrafo alude a la “destrucción de la iglesia parroquia de Santa Marina de Torrebaja por un aparatoso incendio”, tras el cual “don Jaime promovió la labra del nuevo templo a principios de la década de 1660”.21 Curiosamente, en la Relaciones ad limina de los obispos de Segorbe que visitaron las parroquias del Rincón de Ademuz en la segunda mitad del siglo XVII (1656, 1667, 1684, 1693, 1698), nada se dice de la destrucción de la iglesia parroquial de Torrebaja por un incendio; tampoco de su reconstrucción.22


Don Jaime Ruiz de Castellblanque continúa su carrera delictiva (1650).

Siguiendo a García Martínez (1991), vemos como continúa la trayectoria de don Jaime Ruiz de Castellblanque:

Dos años después (del arrasamiento de su casa solar, en 1650) figuraba como miembro destacado de la cuadrilla de Alapont, en compañía de sus hermanos don Cristóbal y don Francisco, los también hermanos Gregori y Joan Monleón, asimismo oriundos de Torre Baixa, y otros forajidos de la zona de Ademuz.23


Respecto a Manuel Alapont, natural de Algemesí (Valencia), sabemos que era el jefe de una partida de bandoleros, que actuó durante el virreinato de fray Pedro de Urbina y Montoya (1650-52) y llegó a computar en su grupo hasta 62 hombres.24 Efectivamente, desde mediados del siglo, don Jaime Ruiz de Castellblanque ya figura en una crida o bando del arzobispo y virrey de Valencia (1650), como uno de los bandoleros más buscados (negrita y subrayado son míos):

La parte ejecutiva de la crida se iniciaba con el pregón nada menos que de sesenta y dos bandidos considerados como los más peligrosos, destacando a Manuel Alapont [...]; y don Jaume Ruiz de Castellblanch, señor de la Torre Baixa; por cada uno de éstos –vivo o muerto- se ofrecía 300 libras y tres hombres “fora de treball”, cifras que se reducían a 200 (libras) y dos (hombres) respectivamente para cada uno de los cincuenta y cinco bandidos menos famosos. La lista de pregonados, incluye en bastantes casos, el lugar de origen, permitiendo objetivar las zonas de irradiación del bandolerismo valenciano a mediados de la centuria [...] Figuran, en efecto, los focos tradicionales del litoral [...] y en menor proporción la Huerta valenciana [...]; pero no faltan bandidos procedentes de las zonas de montañosas del interior: Alto Palancia [...], Rincón de Ademuz (Torre Baixa, Vallanca) y Valle de Cofrentes.25


Sigue diciendo:

Independizado pronto, Ruiz de Castellblanch asoló alternativamente –y durante más de veinte años- los reinos de Valencia y Aragón desde la espléndida plataforma del Sur de Teruel, donde se daban las condiciones paradigmáticas para el arraigo del bandolerismo –montaña, frontera- y la consolidación de un “cap de quadrilla” –conocimiento del terreno, conexiones en la comarca- dobladas en este caso por la condición aristocrática y las circunstancias iniciales de su vida aventurera. Las postreras fueron, asimismo, dramáticas.26


Justificadamente, su vida terminó en manos del verdugo.


Vista parcial (nororiental) de Torrebaja (Valencia),
con detalle de la torre-campanario de la parroquial (Santa Marina Virgen),
desde la bajada del Pasillo, partida del Reguero (2004).


Don Jaime Ruiz de Castellblanque pretende la remisión de sus delitos (1657).

Existen dos documentos, ambos datados en Madrid, a 3 de mayo de 1657, cuyo asunto es una carta del rey Felipe IV al duque de Montalvo -Luis Guillén de Moncada y Aragón (1614-1672), su Lugarteniente y Capitán General de Valencia (1652-1659), indicando “no se trate de la remisión de los delitos” de don Jaime Ruiz de Castellblanch y su hermano; por el contrario, debe apresárseles y confiscar su Lugar (Torrebaja) y hacienda. Dicho registro dice a la letra (negrita y subrayado son míos):

El Rey/ Illmo, duque de Montalvo Primo mi Lugarteniente y Capitán General./ Hase visto una carta de 20 del passado en que res-/ pondeis al informe que os mandé pedir sobre la re-/ misión que pretende Don Jayme Ruis de Castellblanc/ (cuio dize ser el Lugar de la Torre baja) para si y un/ hermano suyo, y atendiendo a lo que me representáis/ ha parecido (justo) tratar destas remisiones y/ encargar y mandaros (como lo hago) que procuréis/ se prendan essos delinquentes y se les secuestre su Lu-/ gar y hazienda, haziendo (justicia) en todo lo que/ mira a castigar semejantes delictos como lo espero/ de vuestro zelo y cuidado. Dado en Madrid/ Al Illmo. Duque de Montalvo Primo mi Lugarteniente y/ Capitán General.27


Mediante dicho documento el rey se dirige al duque de Montalvo, en relación con una carta suya de 20 de abril del año en curso, donde el Delegado real informa al monarca sobre la remisión que don Jaime Ruiz de Castellblanc pretende de sus delitos, para él mismo y un hermano. Pero el informe del Capitán General no debió ser favorable a la demanda del bandolero, por lo que el monarca le encarga y manda “se prendan essos delinquentes y se les secuestre su Lu-/ gar y hazienda”, con el propósito de hacer justicia, castigando así los delitos de bandolerismo y asesinato que pesaban sobre el señor de Torrebaja y su hermano. Sin embargo, al no conseguir el perdón que pretendía, y a tenor de las fechas expuestas, vemos que don Jaime continuó su vida de delincuente durante una docena más de años.

Cabe observar, no obstante, que don Jaime Ruiz de Castellblanque era consciente de sus fechorías y de las penas en las que incurría por ellas, siendo esta la razón por la que solicita su remisión. Lo llamativo es su cinismo y contumacia, pues busca el perdón y a la vez sigue delinquiendo. Según Eslava Blasco (2009), al año siguiente de la negativa real a la remisión de penas para don Jaime y su hermano tuvo lugar un hecho singular, aunque no insólito, dada la vida que llevaban, cual fue el asesinato de dos familiares de don Jaime en Riodeva:

[…] su hermano Francisco y su tío don Miguel Muñoz de Castellblanch fueron asesinados en diciembre de 1658 en Riodeva, a la salida de misa mayor del día de la Inmaculada Concepción. Les estaban esperando el bandolero Vicent Benet y veinticinco hombres más, que la emprendieron a arcabuzazos con tío y sobrino.28


No deja de resultar llamativo que el asesinato de los parientes de don Jaime se produjera “a la salida de misa mayor”; parece que compatibilizaban bien la devoción religiosa con la vida de bandoleros, robando y matando por doquier. Respecto al otro hermano bandolero, don Cristóbal, por el mismo autor sabemos que se había integrado en las tropas que lucharon en la Guerra de Secesión catalana (1640-52), pereciendo en Barcelona durante la contienda.29

Con posterioridad a la solicitud de remisión de penas citada (1657), fueron varias más las ocasiones en las que don Jaime solicita el perdón o la reducción de las penas por sus fechorías. Según Eslava Blasco (2009), consta que lo hizo unos años después (en 1660 y 1661), pues el marqués de Camarasa, don Manuel de los Cobos y Luna (†1668), a la sazón virrey de Valencia (1659-1663), “ya había tramitado una remisión de penas de don Jaime, por haber contribuido éste en la persecución de Matheo Benet Vicent”. Tampoco en esta ocasión prosperó la gestión, con el argumento de que “no se debe perdonar a sujeto de esta calidad sino procurar prenderle y administrar justicia”. Tres años después (en 1664), el mismo relator cuenta que en esta ocasión puso como condición el perdón, “si capturaba a uno de los bandoleros más buscados del reino, Joseph Artús”. La petición le fue también denegada y nuevamente “se ordenó su persecución pues en Castilla tenía sentencia de muerte, de ser quemado y otras muchas penas graves”. Asimismo, en la primavera “de ese mismo año el Justicia de Castielfabib dio asalto en Torrebaja para intentar prenderle, pero se escapó a Castilla”. Resulta comprensible que la actuación contra don Jaime Ruiz de Castellblanque fuera por parte del Justicia de Castielfabib, pues el lugar de Torrebaja se hallaba en la jurisdicción de la villa. Asimismo, resulta fácil comprender que el bandido huyera hacia Castilla, fuera del alcance de la justicia valenciana.

Sin embargo, apenas cinco años antes de su prendimiento (en 1665), don Pedro de Vitar, a la sazón alcaide mayor de Moya (Castilla), denuncia “las correrías de dos bandas rivales encabezadas respectivamente por Mathías Domingo de Javaloyas y don Jaime Ruiz de Castellblanch, que delinquían especialmente en la zona fronteriza que va desde la propia Moya hasta Salvacañete”. Según el relator, en esta ocasión, cada cabecilla había «juntado más de cincuenta hombres bandidos y veinte caballos, y con sus violencias está oprimida, talada y gastada aquella tierra y población sin seguridad en sus vidas y haciendas».30


 Vista general de Torrebaja (Valencia), desde El Rento (2016).


Acerca del envenenamiento de don Juan José de Austria

y la presunta participación de don Jaime Ruiz de Castellblanch en el complot.

En relación con la trama del presunto envenenamiento de don Juan José de Austria (1629-1669), hijo extramatrimonial de Felipe IV y la actriz María Calderón, alias la Calderona,31 escribe Maura Gamazo (1911) -negrita y subrayado son míos-:

Procuraríase enviar directamente el veneno al Conde de Aranda en una frasquerilla oculta entre voluminosos pliegos oficiales, pero quizá por mayor precaución se siguiera otra ruta más segura, aunque más larga. Un bandido de hidalgo nacimiento, D. Jaime Ruiz de Castilblanque, señor de la Torre baja, que desde los montes de Teruel asolaba alternativamente el reino de Aragón y el de Valencia, mandaría á Madrid á un mozo, criado suyo muy leal, llamado Alonso, quien recogería el pomo y lo llevaría á Cañete, donde lo tomaría D. Jaime para entregarlo á D. José Celaya, Justicia de Teruel, el cual, fácilmente ya, lo traspasaría al Conde de Aranda.32


El mismo autor, al mencionar a “D. Jaime Ruiz de Castilblanque, señor de la Torre baja”, en nota al pie escribe:

Este personaje, á quien debía conocer Córdoba de antiguo, sale varias veces en las confidencias escritas al Presidente de Castilla á título de amigo y auxiliar de D. Juan. Ahora le explota D. Antonio en calidad de cómplice de sus asesinos, y seguramente no fué nunca ni una cosa ni otra. De la defensa de este reo (que se imprimió, y de la cual existe un ejemplar en la A. H., Jesuítas, tomo CLXVIII, fol. 14), resulta que un clérigo llamado mosén Ignacio raptó á la criada de un tío suyo, llevándose además las alhajas del amo. Entonces el Señor de la Torre Baja mató al sacerdote, arrojándole á una sima, y por este hecho y por haber dado albergue á unos bandoleros valencianos, la justicia le arrasó la casa en 1648. Lanzóse entonces á saltear caminos, y como todos los de su profesión en aquella época, fué á veces perseguido y á veces tolerado y aun utilizado por las autoridades. No es un rebelde -viene á decir su defensor-, sino un hombre que ha opuesto á la injusticia de los Tribunales "reverente fuga". Cuando se requirió su testimonio en la causa por tentativa de envenenamiento de S. A. unos soldados buscáronle y le prometieron seguro si traía preso á Madrid á D. Manuel de Córdoba. Hízolo Castilblanque, y una vez entregado D. Manuel, quedóse en la Corte; pero, ó porque le faltaran á la palabra, ó porque volviera él á sus hábitos de latrocinio, pocos días después de su llegada le sorprendieron unos alguaciles en su alojamiento y le encerraron en la cárcel.33


El Consejo de Castilla exculpó al conde de Aranda y a los otros presuntos conjurados –incluyendo a don Jaime Ruiz de Castellblanch- del presunto envenenamiento de don Juan José de Austria.34 Antonio de Córdoba, sin embargo, fue ejecutado el 12 de febrero de 1671 y su hermano Manuel condenado a diez años de presidio en Orán.35


Litografía con la representación de don Jaime Ruiz de Castellblanque (1596-1672),
montado sobre una caballería, camino del patíbulo,
sito en la plaza Mayor de Madrid donde fue ajusticiado el 14 de febrero de 1672.


Detención, juicio y ejecución de don Jaime Ruiz de Castellblanch (1672).

Según hemos visto por Maura Gamazo (1915), “pocos días después de su llegada (a Madrid), le sorprendieron unos alguaciles en su alojamiento y lo encerraron en la cárcel”. Sea como fuere, en cualquier caso confiado, don Jaime acudió a la Corte, donde fue prendido y procesado (1670). Al respecto, Sebastián García Martínez (1991) escribe:

A finales de 1670 (don Jaime) pactó con unos soldados la entrega de Manuel de Córdoba, individuo de turbio pasado que vivía en Cuenca y cuyo hermano Antonio estaba siendo procesado por el Consejo de Castilla a causa del pretendido envenenamiento de don Juan José de Austria.36


El texto de García Martínez (1991), continúa en una nota al pie de página:

Se trataba de una patraña urdida por Antonio de Córdoba, ex-capitán de caballos del ejército de Extremadura, acusado de un asesinato en Plasencia y de extorsión a una viuda en Madrid, confidente de don Diego Sarmiento de Valladares, mientras éste fue presidente del Consejo de Castilla, a partir de mayo de 1668 (Mauro Gamazo, 1915, vol. II, pp. 27-28). Cuando, [...], Valladares fue nombrado Inquisidor General y tuvo que dejar la presidencia de Castilla al conde de Villaumbrosa en el otoño de 1669, Córdoba, [...], decidió entregarse a la justicia civil, siguiendo los consejos de su capitán el conde de Melgar (Mauro Gamazo, 1915, vol. II, p. 99). Desde la cárcel madrileña se dedicó a enviar anónimos a don Juan José de Austria, entre enero y marzo de 1670, avisando de una conjura para envenenarle en la que estaban implicados Melgar, tres miembros de la Junta de Gobierno de la monarquía que auxiliaba a la regente Mariana de Austria –Valladares, Villaumbrosa, el Marqués de Aytona- y el virrey de Aragón, conde de Aranda (Mauro Gamazo, vol. II, p. 100). El enlace entre los conjurados de la corte y Zaragoza era –según Córdoba- el señor de la Torre Baixa, quien por medio de un criado llevaría el tósigo al justicia de Teruel para que éste lo hiciera llegar al virrey de Aragón (Mauro Gamazo, 1915, vol. II, p. 101). Don Juan llegó a creer la conjura o la utilizó como pretexto para deshacerse de Aranda –adicto a la Reina Madre y que estorbaba su actuación como vicario general de la Corona de Aragón- haciendo asaltar, por medio de cien caballeros, la casa del virrey, prendiéndole y remitiéndole a Madrid (Mauro Gamazo, 1915, vol. II, p. 102 y 109). Indica Maura que Córdoba debió de conocer desde antiguo a don Jaime Ruiz de Castellblanch, puesto que en sus confidencias a Valladares lo citaba varias veces como “amigo y auxiliar” de don Juan de la misma manera que lo incluyó después como cómplice de sus presuntos asesinos, cuando “seguramente no fue nunca ni una cosa ni otra” (Mauro Gamazo, 1915, vol. II, p. 100).37


Respecto del señor de Torrebaja, sigue diciendo:

Hízolo así el anciano bandolero, quedándose después en la Corte; prendido por unos alguaciles que faltaron a la palabra dada se le incoó proceso; inútilmente alegó el defensor que no se trataba de un rebelde sino de un hidalgo que –a la injusticia de los tribunales- había opuesto “reverente fuga”; convicto de la responsabilidad más o menos directa en 180 asesinatos, el señor de la Torre Baixa fue degollado en la Plaza Mayor de Madrid a los 76 años, el 14 de febrero de 1672.38


La decapitación (degollamiento) era privilegio real y de la nobleza, ya que “aunque la espada deje escapar la vida del reo por el tajo de la garganta, esa misma arma -a la vez- proclama la gloria de la vieja estirpe de los guerreros y la inocencia esencial de todo el ordo militum”;39 a los plebeyos, para más deshonra se les reservaba la horca.

Justificadamente, don Jaime Ruiz de Castellblanch aparece entre los hidalgos y caballeros valencianos ejecutados en el siglo XVII, figurando como “señor de la Torre Baixa” y siendo su crimen “bandolerismo”: asesinatos, robos con violencia, extorsiones, secuestros, moneda falsa, burla de la justicia... La peripecia de su vida traduce también la situación de crisis por la que atravesó el siglo, reflejando de alguna forma las dificultades económicas de la explotación agrícola del señorío de Torrebaja -de sus colonos y aparceros, que no vasallos-, además de la propia condición maleante y depravada del titular y sus hermanos. Asimismo, el ajusticiamiento del señor de Torrebaja emerge como uno de los más inquietantes, paradigma del turbulento discurrir del Seiscientos valenciano.

Cabe insistir en que don Jaime no actuaba sólo, le acompañaban sus hermanos menores: don Francisco y don Cristóbal. Parece que el otro hermano -don Fernando- no participó en los asesinatos y tropelías de sus hermanos. Su actuación venía de lejos, pues los tres figuraban ya como bandoleros en el bando que proclamara don Pedro de Urbina (en 1650). Ello resulta doblemente paradójico, pues en el testamento paterno se hace mención de don Francisco y de don Fernando, conforme éstos “han tratado y tratan de entrar en religión y caballería de la orden de San Juan”, indicando que fueran ayudados por el sucesor en los gastos de información que conllevara su ingreso; y si alguno se decidiera a entrar en religión, monacal o mendicante, hiciera renuncia de su legítima y demás bienes a favor de sus hermanos.40 Por lo que vemos, ninguno de ellos entró en orden de caballería alguna, tampoco se decidieron por ser religiosos. Donde entraron fue en una partida de facinerosos, cuyo capitán y hermano mayor acabó ajusticiado. Como se ha visto, otro de los hermanos -Francisco- acabó sus días en Riodeva, asesinado a la salida de misa mayor. Respecto a don Cristóbal, parece que se alistó en la milicia y pereció en Barcelona durante la insurrección de Cataluña (1640-52) -en todo caso debió ser al final de la rebelión.


Vista parcial de la Casa Grande de los Ruiz de Castellblanque en Torrebaja (Valencia),
con detalle del torreón de Los Picos antes de su restauración
[Fotografía tomada de Torrebaja, mi pueblo (1953)].


Vista parcial de la Casa Grande de los Ruiz de Castellblanque en Torrebaja (Valencia),
con detalle del torreón de Los Picos antes de su restauración
[Fotografía procedente del archivo familiar de Luis B. Lluch Garín (1956)].


El mayorazgo de Torrebaja tras el ajusticiamiento de su titular,

a modo de epílogo.

Tras el ajusticiamiento de don Jaime Ruiz de Castellblanque (en febrero de 1672) la situación del mayorazgo de Torrebaja debió quedar en entredicho -con el título retenido, la casa solar derruida y las propiedades embargadas. Desconocemos la inmediata evolución del señorío. No obstante, apenas nueve años después, el sabio rector de Chelva, Mares Martínez (1681), escribe: “Torre Baja, tiene 50 casas, a la misma ribera del Turia [...], es de don Juan Castelblanc”.41 El nuevo señor -don Juan Castelblanc- debía ser pariente inmediato del ajusticiado, que rehabilitó el título de su vínculo y liberó las casas y hacienda de sus predecesores.

Desconocemos el grado de destrucción al que fueron sometidas las casas de don Jaime en Torrebaja (en 1648); es de pensar que quedaran inhabitables. En cualquier caso, los edificios existentes en la actual plaza del Ayuntamiento de Torrebaja (Casa Grande y torreón de Los Picos), son obra posterior, de finales del siglo XVII o principios del XVIII: más que una casa fuerte impresiona de una casa solar con ínfulas señoriales. Refiere Badía Marín (1953) que el palacio de los señores de Torrebaja “tiene torre y un lienzo de muralla con almenas. El escudo de piedra que surmontaba la puerta principal se desprendió o fué destruido”. Asimismo, dice que “en las paredes de la escalera hay cuatro grandes dibujos a lápiz […], que se refieren, uno de ellos al sitio de Barcelona en 1713. Los otros tres son pasajes del Viejo Testamento”.42 Ello significa que a principios del siglo XVIII la Casa Grande ya estaba reconstruida, siendo la mismo que puede verse hoy.

Ya en el siglo siguiente (XVIII), las propias certificaciones de veracidad del testamento de don Diego muestran a don José Ruiz de Casltellblanque como nuevo señor de Torrebaja (1729).43 Cuarenta años después, cierto documento de la Audiencia Real de Valencia dice de "don Juan Ruiz de Castellblanque", caballero del hábito de Nuestra Señora de Montesa, al que define como: “Dueño del Lugar de Torrebaja inmediato a la Villa de Ademuz y vecino de Valencia...” (1769).44 El mismo registro documental dice de "don Jaime Ruiz de Castellblanque", “inmediato sucesor dueño de esta población (de Torrebaja) y apoderado del actual (señor)”.45

Finalmente, cabe decir que a principios del siglo XIX –según noticia de Población del Reino de Valencia (1802)- el señor de Torrebaja era "don Francisco Ruiz de Castilblanque". Torrebaja, territorio de primogenitura vinculado a un mayorazgo, permaneció bajo dominio señorial hasta la abolición de estos privilegios, hecho que se produjo durante el trienio liberal, el 27 de septiembre de 1820. Abolidos los mayorazgos las tierras y casas de Torrebaja quedaron libres para su venta a los colonos y aparceros que las trabajaban y habitaban, hecho que tuvo lugar en 1856: siendo señora de Torrebaja doña Juana Casaus de Castilblanque.46 Vale.


© Alfredo SÁNCHEZ GARZÓN.

De la Real Academia de Cultura Valenciana (RACV).

______________________________________________________

1 El autor utilizará con preferencia el nombre de “Ruiz de Castellblanque”, forma castellanizada de la medieval “Castelblanch”, por ser la que aparece en el testamento de don Diego Ruiz de Castellblanque (1638).

2 SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2007). Estudio de la aparcería en la Torrebaja señorial, en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, pp. 355-359.

3 El argumento de la sentencia se basaba en la propia y tradicional dependencia del lugar de Torrebaja de Castielfabib (Valencia), en la ausencia de término propio y en que los moradores de aquellas casas no eran vasallos, sino simples arrendatarios (aparceros o colonos) que habían devenido en esta situación libremente, mediante contratos de arriendo –no por la vía del poblamiento u otro tipo de acatamiento o subordinación-. Cf. SÁNCHEZ GARZÓN, Alfredo (2007). Diploma de sentencia en el proceso: la villa de Castielfabib contra don Juan Ruiz de Castellblanch, señor de Torrebaja (1610), en Del paisaje, alma del Rincón de Ademuz, Valencia, vol. I, pp. 309-312.

5 Los bandoleros, cada día más atrevidos, sangrientos y abundantes, en Historia Viva de Valencia [HVV] (1989), fascículo 16º (1643-1670), edita Las Provincias, Valencia, vol. II, Año 1653.

6 El arzobispo jura su cargo como virrey, en HVV (1989), Ibídem, Año 1650.

7 Los bandoleros, cada día más atrevidos, sangrientos y abundantes, en HVV (1989), Ibídem, Año 1653.

8 Ibídem.

9 GUÍA MARÍN, Lluis J. La represión del bandolerismo durante el virreinato de fray Pedro de Urbina (1650-52), en Primer Congreso de Historia del País Valencià: celebrado en Valencia del 14 al 18 de abril de 1971, vol. 3, 1976 (Edad Moderna), pp. 411-420.

10 Valencia: hambre, miseria y calamidades, en HVV (1989), Ibídem, Año 1651.

11 PÉREZ LLORCA, Pablo (1998). Reflejos en la cultura del seiscientos. La violenta agonía del héroe, en Espills de Justícia, Catálogo de la exposición comisariada por Daniel Benito Goerlich, Fundación General de la Universitat de València, con el patrocinio de Fundación Bancaixa, Valencia, p. 171 (163-190).

12 PÉREZ LLORCA (1998), p. 163.

13 SÁNCHEZ GARZON (2007), p. 343.

14 Ibídem, p. 342.

15 GARCÍA MARTÍNEZ, Sebastián (1991). Valencia bajo Carlos II. Violencia, reivindicaciones agrarias y servicios a la monarquía, Edita Ayuntamiento de Villena, Valencia, p. 166.

16 Ibídem.

17 La negrita y el subrayado son míos: «[…] lo más característico del gobierno de Montalto fue la continuación de la feroz política represiva de sus antecesores, utilizando las más severas disposiciones promulgados por aquellos y todavía en vigor que el virrey ejecutó a rajatabla sin detenerse incluso ante la nobleza. […] Los electos de los estamentos plantearon tres contrafueros principales: la ejecución sin proceso de Tomás Anglesola, caballero del habito de Santiago, ordenada por el conde de Oropesa; el derribo -asimismo sin proceso- de las casas de don Jaime Ruiz de Castellblanch, Guillén Ramón de Anglesola y otros; y por último la no observación de lo dispuesto por las cortes de 1645 respecto a Leandro Escales». Al respecto, el conde de Montalto remitió al rey (Felipe IV) un informe refutando punto por punto los contrafueros reseñados (1655). Tocante al caso del señor de Torrebaja, argumenta: «que el fuero sólo los prohibía en la ciudad, pero no en el Reino; porque en ciertos casos había precedido sentencia en cumplimiento de reales pragmáticas; y alegaba un ejemplar de 1642 (aprobado antes por las tres salas) que corroboraba otros más antiguos». Cf. GARCÍA MARTÍNEZ (1991), p. 173.

18 Archivo de la Corona de Aragón (ACA). Consejo de Aragón, legajo 738, n.º 4/4, fols. 1-9. Cf. ESLAVA BLASCO, Raúl. Bandolerismo en el Rincón de Ademuz durante el siglo XVIII: el caso de don Jaime Ruiz de Castellblanch, señor de Torrebaja, en revista Ababol 60 (2009), p. 14-19 (11-24).

20 ESLAVA BLASCO (2009), p. 20 (11-24). La información referente a la estancia de don Jaime Ruiz de Castellblanque en Zaragoza (durante un año), así como su posterior instalación en Riodeva (durante una década), carece de cifrado documental y bibliográfico.

21 Ibídem. La información relativa a la destrucción de la iglesia de Torrebaja por un incendio y posterior reconstrucción, carece de cifrado documental o bibliográfico.

22 CÁRCEL ORTÍ, M.ª Milagros (1989). Relaciones sobre el estado de la diócesis valencianas, Edita Generalidad Valenciana, Valencia, tomo III [Segorbe], pp. 1518-1593.

23 GARCÍA MARTÍNEZ (1991), p. 166. Citado por PÉREZ LLORCA (1998), nota 26, p. 172.

24 Ibídem.

25 GARCÍA MARTÍNEZ (1991), p. 164.

26 Ibídem.

27 Archivo del Reino de Valencia [ARV], Real Libro 598, fol. 228r y 292v-293r.

28 ESLAVA BLASCO, Raúl. Bandolerismo en el Rincón de Ademuz durante el siglo XVIII: el caso de don Jaime Ruiz de Castellblanch, señor de Torrebaja, en revista Ababol 60 (2009), p. 24 (11-24). La información aportada carece de referencias documentales y bibliográficas justificativas.

29 Ibídem. La información aportada carece de referencias documentales y bibliográficas justificativas.

30 Ibídem, p. 23 (11-24).

31 «Don Juan José de Austria “fue un político y militar español, hijo extramatrimonial del rey Felipe IV y de la actriz María Calderón”, alias la Calderona». Cf. Wikipedia, voz Juan José de Austria.

32 MAURA GAMAZO, Gabriel (1915). Carlos II y su corte. Ensayo de reconstrucción biográfica (1669-1679), Librería de F. Beltrán, Madrid, 1915 [Edición facsimilar: Boletín Oficial del Estado, Real Academia de la Historia, Madrid, 2018], vol. II, p. 100. Citado por Sebastián GARCÍA MARTÍNEZ (1991), p. 166.

33 MAURA GAMAZO (1915), vol. II, pp. 100-101. Citado por Sebastián GARCÍA MARTÍNEZ (1991), p. 166.

34 «Y para que la expiación de D. Juan fuese completa, lo averiguado por el Consejo en la célebre causa del envenenamiento exculpó plenamente al Conde de Aranda. Sabíase ya que ni el Virrey tuvo jamás trato alguno con el bandido Castilblanque, ni servía á éste, criado mozo ni viejo que Alonso se llamase, ni en la calle de Silva vivió aquel año alférez alemán ninguno, ni nadie en Madrid conoció nunca al nombrado Thiriert, ni al Justicia de Teruel le hablaron para que trajese ó llevase pomos, redomas, ni papeles, ni habían sido los anónimos otra cosa que embelecos del trapalón de Córdoba, á quien deseaba la Sala echar la vista encima para cobrarle en junto cuentas atrasadas y embustes frescos». Ibídem, p. 120. Citado por Sebastián GARCÍA MARTÍNEZ (1991), p. 167.

35 Ibídem, p. 125. Citado por Sebastián GARCÍA MARTÍNEZ (1991), p. 167.

36 GARCÍA MARTÍNEZ (1991), p. 166.

37 Ibídem, pp. 166-167, nota al pie 590.

38 Ibídem. Citado por Pablo PÉREZ LLORCA (1998), p. 190.

39 PÉREZ LLORCA (1998), p. 178.

40 SÁNCHEZ GARZÓN (2007), p. 345.

41 MARES MARTÍNEZ, Vicente (1931). La Fénix Troyana, Segunda edición, Imprenta La Federació, Teruel, p. 194.

42 BADÍA MARÍN, Vicente y PÉREZ TARÍN, José Alejandro (1953). Torrebaja, mi pueblo, Edita Ayuntamiento de Torrebaja, Valencia, pp. 24-25.

43 SÁNCHEZ GARZÓN (2007), p. 349.

44 ROMO ANDREO, Antonio. Pleitos tengas y los ganes, en revista Ababol 13, 14 y 15 (1998) 7-11, 25-29 y 26-32.

45 Ibídem.

46 «El día 23 de Enero (de 1856), Dña. Juana Casaus de Castilblanque, dueña y señora de Torrebaja, [..,], procede a la venta de sus tierras entre todos los que las cultivan y arriendan. […] El precio estipulado fue el de doscientos treinta y cinco mil reales de vellón, a pagar en once plazos que habrían de satisfacerse precisamente el día de Navidad de cada año, hasta 1866 inclusive». Cf. FOMBUENA VIDAL, Ricardo (s/f). Torrebaja, historia de un mayorazgo, pp. 29-30. El autor no cita referencias documentales ni bibliográficas al respecto. Asimismo, «[…] la familia de don Francisco Valero adquirió de los últimos señores de Torre Baja grandes propiedades, entre ellas el Castillo o Palacio Señorial. Las casas y las tierras se vendieron a los colonos de Torre Baja por la cantidad de doce mil duros, pagaderos en diez anualidades». Cf. BADÍA MARÍN y PÉREZ TARÍN (1953), p. 84. Los autores no citan referencias documentales ni bibliográficas al respecto.

1 comentario:

Enrique Muñoz dijo...

Buenos días:

Lo primero agradecerte tu blog, que ha sido herramienta indispensable para mi estudio genealógico que por parte paterna sale de Torrebaja. No terminaba de encontrar el posible hilo histórico de unión del apellido hasta que venga dar vueltas encontré información a trabes de un libro tuyo donde hay un análisis del testamento que aquí relatas y que pude constatar a trabes de otras fuentes... y es que el apellido Muñoz no aparece reflejado en la historia de este pueblo como debiera y prácticamente había desaparecido de su historia.

Bien, resulta que el padre de Jaime Ruiz de Castellblanque que no era otro que Diego Ruiz de Castellblanque tenía como segundo apellido Muñoz, es decir era: Diego Ruiz de Castellbalque y Muñoz ya que su madre era como bien se cita en el testamento que tu reproduces en el libro: Ana Muñoz de Castellblanque.

Así pues empiezo a estudiar el origen de este apellido en la zona y encuentro muchas referencias en archivos de Aragón, Teruel, documentos históricos e incluso la enorme relación entre los linajes Castellblanque y los Muñoz se produce en la zona de Moya y esa parte del Rincón de Ademuz.

La sorpresa es que como tirando del hilo y encontrando un relación del linaje Muñoz que es bastante fácil de seguir a trabes de documentos históricos “al menos la vertiente aragonesa/navarra que además se expande por Cuenca hasta Andalucía” termino dando con un nexo de unión de esta familia y una vertiente del linaje: Los Sanchez-Muñoz. Este linaje se divide a la vez en tres ramas, Los Escriche que dan nombre al lugar donde se aposentaron, Los Zarzoso señores de Torre Zarzoso en Albarracín y la rama de los Villamayur, señores de Villamayur y de Torre Yusana que no es otra que Torrebaja, linaje que ya esta presente en el siglo XIV en la zona.

El documento que por fin aclaró todas mis dudas y permitió cruzar las diferentes informaciones históricas además de completarlas, es uno llamado: El linaje de los Sanchez Muñoz en Teruel (1170-1500) escrito por Vidal Muñoz Garrido y perteneciente a la universidad de Zaragoza.

En el apartado dedicado a los Señores de Villamur y de la Torre Yusana (Torrebaja), tras enumerar hechos y acontecimientos de este linaje en la zona, dice al final del texto;


"Finalmente se constata la preocupación por emparentar, por matri-
monio, con familias nobles, con lo que su estabilidad genealógica y eco-
nómica está asegurada en todo momento. Como muestra cabe citar dos
casos:
Francisca Sánchez Muñoz, titular en el siglo XV de la casa, se une en
matrimonio con Don Guido de Ventimilla," noble, caballero y juez en
1430-1431 por imposición del rey Alfonso V.
Llegan a su linaje gentes de otros territorios, como Mateo Roiz de
Castelbranch, que, por el matrimonio con Maria Catalán de Sánchez
Murioz, será uno de los más prestigiosos señores de Torre Yusana
(Torrebaja)"

Sin más, agradecerte el legado informativo que dejas sobre la localidad de Torrebaja, que por su situación geográfica en la historia y lo reducido de sus poblaciones, permiten hacer un seguimiento sobre linajes e historia. No se yo se si seré descendiente de esos Muñoz y si puede haber errores en estas interpretaciones o cruce de datos con los que sigo todavía, es por ello que te te invito a que me os hagas saber .

Un saludo y gracias